9 de la noche del sábado, Un cliente acababa de llegar a La Pasiva ubicada en 18 de Julio y Convención y al sentarse a la mesa junto a su mujer, y antes de ordenar su cena, se desploma sobre el piso.

Inmediatamente, un empleado grita: "¡Cuba, necesito que vayas al salón que se acaba de caer un cliente!".

"Cuba" es el apodo con el que se conoce en la pizzeria a Harold Cuesta, un cubano de 29 años, licenciado en radiofísica médica, que ha llegado a Uruguay hace cinco meses y consiguió trabajo en la cocina del restaurante.

Enseguida corre hasta el lugar y ve que el hombre está tendido en el suelo, con la lengua hacia adentro y sin poder respirar. "Le saqué la lengua, lo puse de costado para que no tragara saliva e hiciera una broncoaspiración, y luego comencé a realizarle los primeros auxilios: reanimación cardíaca y boca a boca", explicó el cubano.

Según contó, lo realizó el proceso durante casi 15 minutos, que fue lo que tardó la ambulancia en llegar. "Mientras le estaba haciendo la reanimación, el paciente tomó aire fuerte y volvió en sí", contó Harold.

Al día siguiente, un familiar del cliente llamó a La Pasiva y le dejó un mensaje al cubano. "Me mandó felicitaciones y dijo que estaba muy agradecido. Parece que el señor ya está mejor".

Harold Cuesta llegó al país con su esposa hace cinco meses. Salió de La Habana rumbo a Guyana (donde no piden visa), cruzó a Brasil de forma ilegal y luego de muchas andanzas entró a Uruguay por la frontera de Rivera.

Allí pidió ingresar como refugiado y se lo concedieron. Le dieron también una cédula provisoria, lo que le permitió, a un mes de haber llegado a Montevideo, conseguir el trabajo en La Pasiva. Su esposa trabaja en otro negocio.

Ahora está tramitando la residencia.  Su plan es quedarse a vivir en Uruguay. "Es un país muy agradable, ameno y acogedor" en sus propias palabras.