Una renuncia es como desertar, abandonar la lucha. Y a mí, por mi carácter, no me gusta abandonar ninguna trinchera. Pero en ocasiones,  no queda otra para preservar la coherencia y lo que yo llamo dignidad.

Durante más de 15 años trabajé en la Comisión Honoraria de Apoyo al Hospital Maciel, la CAHM, con gente muy distinta en edades, experiencia y sobre todo, en tendencias políticas. Nunca nos importó la filiación política de cada uno, sí el compromiso por trabajar por un mejor hospital. Conocí gente maravillosa, y me honra haber compartido con ellos tantas sesiones, discusiones, enseñanzas, y sobre todo calidez humana durante tantos años.

Desde hace unos 9 años era su Presidenta, y nunca sentí que tenía que apelar al cargo para ganarme el respeto de mis compañeros. Al contrario, nos sentíamos todos iguales, porque compartíamos el mismo objetivo: dar lo mejor de nosotros honorariamente para el Hospital Maciel; y porque además, discutíamos y resolvíamos las cosas de común acuerdo, y en forma transparente y directa. Eso, tan simple, trabajar en equipo, un día se rompió.

Cuando asumieron las nuevas autoridades, el Dr. Uruguay Russi renunció, y el Dr. Carlos Carvalho y yo pusimos nuestros cargos a disposición, como corresponde.

Fuimos ambos ratificados en los cargos que teníamos -él Secretario y yo Presidenta-,  por el actual director, Dr. Aníbal Dutra, cosa que agradezco por la confianza demostrada, y también por el actual directorio de ASSE.

También fue ratificado nuestro otro compañero Cr. Juan Francisco Jorba, que no estaba asistiendo por problemas de salud. A estos compañeros se agregaron dos médicos más, propuestos por el director, Dr. Dutra. 

Ingenuamente pensé que nos validaban en el cargo porque reconocían el enorme trabajo realizado, y los logros obtenidos. Sin embargo, luego de varias reuniones con los nuevos miembros nombrados por la actual dirección, el Dr. Carlos Carvalho renunció. Me dolió su partida, porque el Hospital perdía a un trabajador tenaz e inteligente negociador. En ese momento, me pareció una decisión apresurada, aunque sabía el motivo: el clima de la CAHM había cambiado, para dar paso a la suspicacia y desdén, a veces burlón y en ocasiones ofensivo, sobre lo que habíamos  trabajado con la anterior dirección. Todo estaba en tela de juicio y bajo un manto de sospecha. 

Yo me quedé, porque siento un gran respeto por uno de los nuevos miembros. Penséilusamente que ese clima de desconfianza y crítica permanente, iba a pasar, frente a las urgencias por resolver problemas concretos e importantes que teníamos entre manos. Pero todo comenzó a quedar en "pendientes", sujeto a revisiones y no se avanzaba. Lo peor es que comenzó a gestarse una Comisión paralela, que discutía y resolvía los temas y los traía ya aprobados por 3 personas, exceptuándome a mí, que era la cuarta. Mi presencia era ornamental, y como lo planteé en la carta de renuncia, me transformé en una "piedra en el zapato". Se rompió lamentablemente, el espíritu de trabajo en equipo y primó la conspiración. Las resoluciones ya venían tomadas. El despido del abogado, competente y eficiente, el nombramiento del sustituto (que para mi asombro ya había trabajado en la CAHM hacía años, y había sido desvinculado por unanimidad -por otra directiva- por mal desempeño y que costó juicios millonarios para la CAHM). El argumento para despedir arbitrariamente al abogado, muy competente y eficiente, y la decisión de traer a la otra abogada que ya había sido contactada y aprobada por los tres, fue la gota que colmó el vaso.

Por la vía de los hechos, la CAHM se convirtió en un triunvirato, que resolvía fuera de las reuniones, sin respetar los estatutos, prescindiendo de los demás miembros -incluyendo a su presidenta y al Cr. Jorba (que por razones de salud no participaba de las reuniones)-, que actuaba a su antojo, pero no sólo sobre temas atinentes a la CAHM, que  quedaban y siguen pendientes, sino a todo el Hospital y a otras Comisiones.

Antes de finalizar esta nota, quiero recordar a algunos de quienes me dejaron marcado a fuego algunos conceptos y enseñanzas: al Profesor Bieli, mi primer Presidente; a la Dra. Dinorah Castiglioni –primera cirujana mujer del Uruguay– que con sus 96 años seguía concurriendo a la CAHM, lloviera o tronara, aportando su sensatez y experiencia; al Dr. Uruguay Russi, experiente ex director del Sanatorio Americano, artista además, artífice de la donación de obras de arte de calificados artistas uruguayos (con cuyo dinero se compró el EBUS, único en el país, para detectar tempranamente el cáncer de pulmón entre otras afecciones); al Dr. Carlos Carlevaro, competente negociador que le ahorró decenas de  miles de dólares al Hospital en la compra de equipamiento médico, activo, trabajador, siempre entusiasta y positivo; al Cr. Juan Jorba, responsable y respetable profesional, nuestro decodificador de los balances y fuente de referencia de nuestros estados contables. Y no puedo dejar de nombrar a los directores con los que trabajé, al Dr. Parada, de gran calidez humana; al Dr. Raúl Gabús, aún hoy al frente del mejor IMAE que cuenta el Maciel, profesional comprometido con la calidad de atención y cuyo equipo hace al prestigio ganado por este hospital en su área; y por último al Dr. Álvaro Villar, quien con su "actitud Maciel" supo darle una impronta distinta a funcionarios médicos y no médicos, y desarrolló una verdadera remodelación y modernización del Hospital, sus salas de internación y salas quirúrgicas, con una visión estratégica en el desarrollo de nuevos servicios –algunos de los cuales están parados, algunos sin implementarse aún, como el Hospital de día, o la construcción de la nueva Policlínica de Adicciones, el Centro de Imageneología, el Laboratorio de Oncología Molecular, etc.-, que supo mirar más lejos para hacer del Maciel un hospital público de referencia, que en algunas áreas no tiene nada que envidiarle al mejor centro de salud en este país. Las personas pasan, pero las obras quedan.

A todos ellos, a los funcionarios -médico y no médicos- con la camiseta puesta y el compromiso de servidor público; a los colaboradores de la CAHM, técnicos que siempre dieron lo mejor de sí para un funcionamiento armonioso y eficiente de esta Comisión, MIL GRACIAS. Gracias por haberme permitido haber sido parte de esta gran obra, que ojalá... no se detenga!!. 

Más allá de cargos, o comisiones, me siento una más de ustedes, cuenten conmigo, siempre estaré para ayudar porque aún, queda mucho por hacer. Los extrañaré, no tengan dudas. 

Selva Andreoli

PD. Presenté mi Carta renuncia el 30 de setiembre, y mi nombre figura en organismos públicos, de los cuales deben desvincular mi firma. Hasta el día de hoy, 14 de octubre, no he recibido ninguna respuesta ni del Director ni de los actuales miembros de la CAHM. Sólo un acuse de recibo del Dr. Cipriani, Presidente de ASSE.