por Esteban Valenti

Murió Diego Armando Maradona, a los 60 años de edad, en esta época en que el promedio de vida es bastante más largo y ese hecho, como toda su vida insólita aumentará su leyenda y su relato, que seguirá creciendo.

Es la principal noticia en todo el mundo, pero hay dos lugares donde es una tragedia, en la Argentina y en Nápoles. Y es fácil explicarlo, no es solo por el fútbol, sino porque Maradona solo podía llegar a ese nivel místico, en dos lugares del planeta, en Argentina y en Nápoles. Y él con esa intuición de barrio, de supervivencia, supo elegir muy bien.

Es un personaje que no se lo puede encerrar en el estrecho marco de una cancha de fútbol, aunque el fútbol expresa mucho más que un juego con una pelota y 22 jugadores, es desde hace mucho y creciendo, la mayor pasión deportiva y emotiva de la humanidad. Y uno de los principales negocios. Pero el fútbol fue su vida y su plataforma. Su zurda no tiene igual, su dribling fue de las mejores cosas que he visto en mis muchas, muchas horas frente a un televisor. Era grande, muy grande no por su técnica, sino por su genialidad, por como trataba a la pelota, a sus compañeros y a sus adversarios a través del juego.

A Maradona no hay que compararlo con nadie. Es y será siempre Maradona, "el Diego", porque además de todo cargó a su fútbol de muchas otras cosas, sobresalientes, deslumbrantes y muy oscuras.

No hay dudas que en diversas oportunidades se enfrentó a los poderosos del fútbol, a los dueños empresariales del fútbol, los patrones del circo a nivel mundial y lo hizo reivindicando a los gladiadores, a los de abajo, a los que escalan cada peldaño de una carrera hasta llegar a la cima o quedan relegados y olvidados. Y son multitudes inmensas, solo superadas por los hinchas.

Nunca fue un buen director técnico, porque el fútbol que él jugaba no tenía ninguna posibilidad de enseñarse, de reproducirse y porque nunca podría haber llegado a ser un intelectual del fútbol, y ser DT es eso. Él necesitaba la pelota, solo la pelota.

Era y lo es ahora después de muerto, una parte fundamental de la Argentina y de Nápoles. Porque la influencia napolitana en la Argentina es enorme y Maradona invirtió el viaje, fue un emigrante que volvió a su origen no solo partiendo del barrio pobre de Villa Fiorito, sino de los barrios humildes napolitanos. No hay nada más similar que el tango y las canzonetas napolitanas. Los guapos se llaman de la misma manera y los amores y las traiciones se viven de la misma manera.

Se murió joven y cuando los suyos están peor. En la Argentina hoy hay más de 10 millones de pobres y de desesperados y no se ve la luz al final del túnel, en Nápoles es peor, nunca lograron subir de categoría entre las regiones italianas, solo "el Diego" los sacó campeones. Al menos en el fútbol. Y la muerte de Maradona es un golpe más a sus imágenes queridas, a uno de los suyos.

Muchos lo hubieran querido mudo, otros virtuoso, medido. No hubiera sido Maradona, era imposible.

Es además la síntesis, la expresión de la Argentina, de lo máximo, del país con más premios Nobel de toda América Latina, de millares de artistas e intelectuales del más alto nivel y de su lado oscuro, su política decadente y a veces inexplicable porque mezcla la biblia con el calefón, desde hace décadas. Y Maradona aún con sus referencias populares se entreveró con esa parte oscura, no solo de la política, sino de su relación con las mujeres, con los vicios y con la seguridad de que era inmortal.

Fontanarrosa, otro tano-argentino dijo que "No me importa lo que hizo Maradona con su vida, sino lo que hizo con la mía" y el Diego le cambió la vida a muchos argentinos y napolitanos, los llevó a la gloria de un campeonato del mundo y de un Scudetto italiano. Y a tantas jornadas de gloria, de asombro, de reivindicación de broncas acumuladas, masticadas y atragantadas.

El fútbol tiene eso que no logra explicarse solo como deporte, el partido con Inglaterra en México de 1986, para los argentinos, incluso con el gesto muy poco deportivo de "la mano de dios" y  a pocos minutos después,  la mejor jugada de gol en la historia de los mundiales, tuvo que ver con la vida y el oprobio sufrido por los argentinos en una guerra perdida e impuesta por un grupo de dictadores asesinos y burros. Nadie lo reconocerá, pero vaya si lo sintieron. Y no solo los argentinos...

Hubo, hay y esperemos, que a pesar de la FIFA y del VAR, grandes jugadores, incomparables, distintos, deslumbrantes, inteligentes y que nos ayudarán a vivir, algo mucho más hondo que el fútbol, una de esas invenciones que demuestran que nunca la inteligencia artificial podrá substituir a los seres humanos. Ni la más gigantesca y potente de las máquinas, nunca habría inventado el fútbol y lo hubiera llevado a los niveles que ocupa en nuestras vidas. No seamos necios, no comparemos a Maradona con otros jugadores, como tampoco podemos ser pequeños, míseros. Si es el reflejo de esas tensiones impresionantes de la Argentina y de Nápoles, es porque en su grandeza y en sus miserias fue profundamente humano. No todos tienen que servir de modelos.

Maradona, cada día jugará mejor.