Este domingo un grupo importante de personas, que durante varios años, algunos más otros menos, ocuparon importantes, los más importantes cargos de las instituciones nacionales, le dirán adiós a esos cargos y dejaran de ser parte del gobierno nacional. Se cierra un ciclo de 15 años.

No voy a tratar, ni de cerca, interpretar los sentimientos que tienen esas personas, nunca he pasado por algo parecido, si puedo decir, por aquello de las humanas cuestiones, que muy posiblemente todos sentirán que han cumplido a cabalidad sus responsabilidades. Y no será cierto, hay de todo y no es justo cortar todo con el mismo racero. No es justo con la política y con una cantidad de otros enfoques y valoraciones humanas.

No todos dejarán los cargos de igual manera ante los ciudadanos, incluso ante sus propios compañeros. Y también en política hay que ser justos, aunque cueste. No pretendo calificar la labor de nadie, pero si gastar algunas palabras sobre las referencias generales. Se puede analizar ese balance obligatorio, desde la cantidad de trabajo invertido, la abnegación, el esfuerzo para cumplir los cometidos.

Es un enfoque relativamente justo. Pero la política exige otras consideraciones más complejas y completas. Hay otro enfoque: los resultados, ¿cuánto aportó cada uno a los objetivos generales y específicos que se propuso el gobierno, el Frente pero, sobre todo cuanto influyó su labor en la vida de la gente, de los uruguayos? Esa es la responsabilidad que debería desvelar a los gobernantes, a los que se van y los que vienen. Y aquí la mayoría serán generosos consigo mismos, pero sobre todo deberían ser exigentes, críticos, demostrar que aprendieron a gobernar, a mirar su labor desde el punto de vista fundamental y más exigente: desde el pueblo, desde los comunes mortales y en especial desde los más débiles.

A veces el recorrido para llegar a ese balance es largo y tortuoso, no es directo, pero sigue siendo fundamental. Hay que asumir que esto domingo le dirán adiós a los cargos porque la mayoría de los uruguayos, en tres instancias diferentes (internas, nacionales y el balotaje) dieron su opinión, y esa es la opinión suprema y fundamental. Cada uno deberá preguntarse cuanto pesó su actividad, sus aciertos, sus errores, su falta o exceso (difícil...) de sentido crítico, influyeron en el resultado final.

Lo cierto es que el veredicto fue concluyente y si bien es cierto que en noviembre del 2019 se perdió por muy pocos votos, lo fundamental es que se perdió y ahora vienen cinco años de un gobierno completamente diferente, opuesto exactamente al que gobernó durante 15 años. Nadie podrá decir que esta nueva realidad es simplemente por el rotar de la Tierra o la alineación de los astros. Fue y es por la política. Han pasado tres largos e intensos meses, llenos de disputa de cargos opositores, de candidaturas departamentales y municipales, pero lo que no se ha visto en absoluto es una discusión seria, profunda, crítica sobre las causas del adiós a los cargos. Y por lo visto difícilmente habrá esa discusión.

Es una lástima sobre todo para la fuerza que dejó el gobierno, que va a cumplir dentro de poco 50 años de existencia y que no hay dudas que tiene vocación de gobernar, pero tendría, por sobre todas las cosas que mantener viva la voca ción de cambiar, de ser de izquierda, de aprender, de elaborar con audacia y sensibilidad. Estamos de nuevos en un ciclo diferente de "asaltemos los cargos", los que se puedan, sin una base de renovación ideológica y cultural imprescindible. Y eso no se arregla retocando programas. El adiós a los cargos no es igual para todos, para algunos representa además la necesidad de conseguir un empleo, de colocarse en una nueva posición en el mundo laboral, otros desde la oposición, desde el parlamento, las intendencias (que se ganen), los 34 cargos para la oposición, seguirán allí ocupando cargos y sillones. Y esa no es una culpa, siempre y cuando eso no contribuya a uno de los más profundos cambios en el ADN de algunas izquierdas uruguayas, colocar el poder y su ejercicio por encima de todo, a veces realmente de todo, incluso de los principios. El adiós a los cargos no será tampoco igual con el transcurso del tiempo, porque inevitablemente serán juzgados en comparación a los nuevos cargos, a sus adversarios sentados en los mismos sillones que ellos abandonaron.

Y allí el veredicto permanente será de la gente y por primera vez en la historia nacional, los ciudadanos uruguayos podrán comparar gobierno, con gobiernos diversos, cargos con cargos. Antes la alternativa era en el campo "tradicional" entre los dos partidos que forman el bipartidismo más antiguo del planeta, ahora se invirtieron las posiciones. Y los nuevos opositores serán juzgados por su actitud patriótica, generosa, abierta, pero también exigente y de principios. No sirve ser implacable con los otros cuando se fue generoso y permisivo con los propios. La gente es siempre el más implacable de los jueces. Los que dejaron los cargos y los que los asumieron deben considerar que en Uruguay hay una rica y larga tradición política, de hombres y mujeres, sobre todo hombres... que hicieron de la política una alta escuela de civilización y no solo de civismo. Hasta que llegaron civiles y militares dictadores y criminales a interrumpir nuestra historia.

No con un gobierno de facto, sino con una feroz dictadura con miles de presos, torturados, exiliados, desaparecidos y asesinados y millones de oprimidos en sus libertades básicas. Este aspecto, habrá que seguirlo muy de cerca porque desde que se echamos a los dictadores, nunca antes ocuparon cargos de gobierno personas que ponen en tela de juicio la historia trágica del régimen cívico militar. Adiós a los cargos, como todos los adioses tienen un tono nostálgico o incluso para algunos trágico, porque consideraban que una vez llegados al poder, les está reservada la eternidad y que la palabra rotación, es un invento de débiles y equivocados.

Pues armados con un sobrecito, más de dos millones de ciudadanos nos demostraron a todos, que el poder fundamental está en ellos, y rotaron todo. Esta lección, es enorme y actual para los que dejan los cargos, pero también para los que asumen el 1 de marzo. Siempre vale la pena recordar la frase latina "Cave ne cadas" (cuidado que también se cae), que el más humilde de los servidores, le susurraba al oído al emperador que entraba en Roma sobre su cuadriga victoriosa. Los que dejan los cargos no siempre o no suficientemente tuvieron presente esa frase tan concluyente y justa. Siempre, también se cae y de más arriba es más doloroso.

ESTEBAN VALENTI