MONTEVIDEO (Uypress) – Mañana 27 de junio se cumple un nuevo aniversario del golpe de Estado en Uruguay. Una de las acciones más valientes de esos días fue el apagón de la llama de ANCAP. Ernesto Goggi, protagonista de la hazaña relata la heroica acción.

Se llama Ernesto Goggi, había entrado a ANCAP muy joven en 1961. La dictadura afirmaba que ANCAP funcionaba normalmente durante la huelga general declarada por la CNT. La chimenea era una demostración de la normalidad, al decir del Coronel Bolentini. Goggi tuvo la tarea de apagar la simbólica llama.

Llegamos hasta su sencilla casa en Nuevo París en un calle corta sin bitumen ni hormigón, solo de balastro, donde la lluvia dejó sus buenos charcos de agua. Nos recibió con una sonrisa amplia, que mantendría a lo largo de toda la entrevista.

El 27 de junio de 1973 se produce el golpe de Estado en  Uruguay. El Presidente en ejercicio, y luego presidente de facto, Juan María Bordaberry, decreta la disolución de las Cámaras. Un Gobierno cívico-militar se instaura en el poder. Las FFAA armadas pasan a tener un papel clave en el control de todo el país.

El mismo día del golpe  comienza la huelga general convocada por la CNT como forma de resistencia a la dictadura. Son ocupados los centros de trabajo. Es ocupada ANCAP. La planta queda paralizada. El principal vocero de la dictadura, el coronel Ernesto Bolentini, era el Ministro del Interior. Su aparición en radio y televisión era constante. La dictadura quería demostrar que el país seguía funcionando. La paralización de ANCAP  era un enorme escollo.

"Había que apagar la llama. Cuando Bolentini dio su largo discurso el 2 de julio de 1973 quedó claro que la llama de la chimenea de ANCAP era el único argumento que tenían (la dictadura) para mostrar que la producción de combustible, y por tanto el país estaban bajo control", dice Goggi alzando el puño cerrado de su mano izquierda.

"La ocupación en combustibles y refinería fue total. Nos asombró a nosotros mismos. Fue masiva. Más de 1.000 trabajadores ocupaban". Así describe Goggi aquellos días de huelga dentro de la planta de ANCAP en La Teja. Recuerda las fábricas que fueron parando, desde el BAO hasta Funsa y Nervión. Nos habla de un Uruguay industrial, un país que paró y sus trabajadores pasaron a ocupar sus lugares y convertirlos en una expresión de resistencia.

La CNT, central sindical única forjada pocos años antes, había empezado a funcionar discretamente en el sindicato del vidrio, en el barrio de La Teja. Desde allí los dirigentes obtenían información de la marcha de la huelga, discutían y resolvían nueva medidas.

Parar la Federación ANCAP no era una medida sencilla. No lo era ni técnicamente y tampoco lo era medido desde un punto de vista político, desde la aceptación de la ciudadanía a quedarse sin combustible, gas y, por aquel entonces, el importante kerosene. Los antecedentes de cortes de suministros en UTE en 1963 y ANCAP en 1968 habían sido una prueba dura con poca aceptación social.

"Esa experiencia, la del 68' y el 63', la manejamos. Nuestro gremio, la Federación ANCAP, apoyando las posiciones de la CNT, decidió ir a la producción mínima dentro de cada planta para poder abastecer hospitales y tener en cuenta que la población sufría" nos cuenta Goggi.

El líder de la Federación ANCAP era Milton Montemar, Goggi recuerda y nos dice que "las guardias de ese día, que eran compañeros de fierro, ya estaban adentro. El 26 de junio de tarde, con el turno de las seis de la tarde, entra nuestra guardia. Justo era la misma guardia que había estado en los sucesos de 1968. Nos debíamos ir a las 12 pero nos quedamos. En aquella época los turnos eran de seis horas. A eso de las seis y cuarto de la mañana ya empieza todo lo del Golpe".

La paralización de la planta de ANCAP tuvo sus discusiones. Si bien desde la CNT había definiciones de parar en caso del un golpe de estado, la CNT tenía definiciones precisas desde 1966 y 1968, la instrumentación de la medida en forma concreta implicaba algunos desafíos y discusiones.

"Había compañeros que querían cortar todo. Pero predominó la posición de ir manejando los caudales dentro de las posibilidades técnicas. Uno no puede dejar así nomás. Una refinería tiene plantas y procesos muy complejos" nos cuenta con detalle y un tono grave acorde con el relato del desafío que se les fue presentando.

"El 1º de julio, que era domingo, se escuchan unos ruidos tremendos. Eran unas columnas militares con tanques, camiones, perros, de todo. Esa tarde entraron a ANCAP. Cuando llegaron a la puerta de la refinería no hicieron que se las abrieran, la tiraron abajo -exclama- y entraron con las tanquetas".

Goggi recuerda que en las intervenciones militares de 1968, cuando ANCAP fue militarizada, la que estuvo a cargo fue la Armada. Para él era "otra calidad de gente". "Estos (el ejército) no tenían ni idea de lo que era una caldera y menos una refinería, cosa que la Marina si tenían una idea de lo que era una caldera de alta presión o movimientos de fluidos a altas temperaturas. El Ejército era como un elefante en un bazar".

La represión comenzó dentro de la planta. Goggi nos dice que fue masiva y que los militares no miraron si se trataba de un trabajador de la Federación ANCAP o no. El destrato se instaló como hábito normal. Las comunicaciones de la dictadura empezaron a decir que con el ingreso del Ejército a la planta se había normalizado la producción de combustible. En realidad la planta solo funcionaba a un 20% de su capacidad. La dictadura señalaba que la normalización era visible y que para ello estaba de muestra la icónica llama de la planta.

Parar totalmente la planta implicaba responsabilidades enormes. Desde la CNT se quería evitar cualquier rotura en las instalaciones. También se quería hacer el corte total pero teniendo mucho cuidado de no causar ningún tipo de accidentes que pusieran la salud, o la vida misma, en riesgo tanto de operarios como de militares.

"Estos cuidados (los militares) no lo tuvieron en cuenta cuando metieron las tanquetas. Podríamos haber volado ellos y nosotros" nos relata Goggi con un tono apasionado.

Goggi recuerda a Ernesto Vega quién se convertiría en su compañero para realizar el corte eléctrico que paralizaría definitivamente a la planta de ANCAP. "Yo estaba preparado técnicamente pero él era muy capo. Un especialista con los instrumentos y los automatismos. Nos fuimos fijando como estaban armados los turnos y quienes lo integraban. Siempre hay un turno que está más fuerte que otro. Vimos que para hacer el corte el turno debía ser el de Luis Panfilio. Él era encargado, un tremendo cargo, era encargado de toda la central térmica".

El corte total estaba decidido. "La CNT estaba preparada. Se habían realizado muchas consultas. Incluso a mi me dijeron que para parar la planta había sido consultado hasta el General Seregni". "Entramos. Marcamos tarjeta. Éramos seis en el turno. Nosotros éramos el centro energético de la refinería". Pero no todos los operarios estaban en condiciones de tomar medidas. "Nosotros fuimos a cracking y a  toping y nos decían que ellos no podían hacer más. Los controlaban. Ahí estaban los milicos mirando las variaciones de la agujitas. No había las cosas modernas de ahora pero había marcadores que si mostraban un caída de volumen o de presión algo veían".

La operación estaba decidida. Debían interrumpir el transformador de 6.000 Kv. Afectaría a toda la energía de la planta "pero debían seguir funcionando las caldera de 12 kilos". "Se aseguró que el vapor necesario para que no haya desgracias estuviera todo".

Había que interrumpir el transformador. "Era un transformador machazo" describe Goggi. El transformador estaba cerca de las canchas de fútbol que había dentro del la planta. Allí se realizaban campeonatos internos "Toping contra Cracking, Craking contra Central Térmica y otros cuadros que había" recuerda.

"El lugar lo conocíamos. Era familiar. Había un abrojal que a veces lo usábamos de baño cuando jugábamos al fútbol. Nadie lo cortaba. Siempre estaba alto. Luego habían puesto un par de milicos con caballos a cuidar" relata.

Llegar al lugar, por fuera de la planta, interrumpir el transformador, y poder volver requería de un transporte. El auto que estaba a mano "era un Standard Vanguard, una tanqueta parecía" así que otro compañero, el encargado de turno de toda la central térmica ofreció su flamante Saab blanco. Se fue haciendo la noche y con el Saab blanco se fueron aproximando y se ubicaron cerca de las casitas que rodeaban la central.

"Los milicos estaban tomando mate. Seguramente no tenían ni idea para que estaban ahí. La refinería se veía lejos desde ese lugar" cuenta y va bajando la voz como teniendo cuidado de que alguien lo pudiera escuchar.

Había que producir un cortocircuito en el transformador. Para eso era necesaria una cadena. Esta tocaría las barras de tensión y produciría el corte. La cadena no podía ser cualquiera. "Tengo una cadena de atar los perros y digo ¿esta sirve? Y se empezaron a reír. Si le tirábamos esa cadenita ni llegaba al transformador, la hace volar antes. No consiguieron una enorme cadena."

"Nos metemos contra los abrojos. Subí yo primero. Iba poniendo los pies en esos huequitos que había en el muro. Fui bajando y me quedé chatito. Vega tira la cadena por arriba del muro y sube. Pero cuando empezaba a bajar se cae. Y cuando cae pisa la canaleta de desagüe. Pisa y se quiebra" cuenta Goggi y nos imaginamos la escena, noche en La Teja, la planta de ANCAP ocupada por el Ejército, dos soldados a pocos metros de donde Goggi y Vega van a tirar una cadena que provocará un corto circuito imponente y Vega con el pie quebrado haciendo el esfuerzo de seguir, de no pensar en el dolor, concentrado en tirar bien la cadena sobre las barras de tensión del transformador.

Hicieron girar la cadena. Apuntaron a las barras de tensión. Era difícil, muy difícil. "Las indicaciones de Panfilio era que la cadena cubriera y quedara un poco para cada lado de las barras. Y lo logramos. Quedó tal cual. No sé como hicimos, pero quedó" recuerda y va contando con la voz que va cobrando tensión, tanta tensión como la propia historia de dos obreros que iban a parar totalmente la planta de ANCAP en una noche de invierno y en el séptimo día en el que se había dado el golpe de Estado.

"El cielo se iluminó. Todos los gases que tenían que salir salieron todos juntos. La llamarada fue enorme. Fue de unos 300 metros. A lo que se paró la energía todos los gases que tenían que salir largaron presión para arriba. Los caballos de los milicos se asustaron y salieron corriendo para el lado de las casas obreras. Y los milicos atrás. No se imaginaban que había un atentado de nada. Fue una explosión. Los milicos se cagaron, y por suerte. De no haber pasado así no sé como salíamos. ¡El laburo que medio sacar a Vega quebrado! Lo empujaba de abajo, del culo y de las patas y después lo tuve que llevar medio arrastrando hasta allá donde estaba el auto, que era el Saab de Panfilio. Después lo dejé en un lugar que ya estaba convenido que teníamos que ir, por allá, por la calle Quesada. De ahí lo llevaron al Clínicas".

En el momento de mayor tensión del relato, cuando Goggi cuenta del enorme cortocircuito, de la explosión de la chimenea y la llamarada de 300 metros cambia el ritmo de su voz y dice, ya muy abruptamente fuera del clímax de la narración "lo hicimos porque no teníamos más remedio que hacer eso. La acción extraordinaria fue que Panfilio, la guardia de Panfilio,  y los compañeros de cracking, toping, reforming y de refinería, que, cagados hasta los pelos hicieron después un paro de unidades perfecto que no explotó absolutamente nada a pesar de la bestialidad de los milicos que los presionaban para que ellos pusieran en marcha todo. No hay caso lo mas inapropiado que hay es meter al Ejército a tratar de contener un paro en una refinería".

Y cuenta que allí en la planta estaba el, por entonces, coronel del arma de caballería, Julio César Rapela. "Tenía una fusta. No se para que tenía una fusta. Y amenazaba con la fusta y te prepoteaba. Y yo pensaba, pero andá metete la fusta en el culo" y larga una risa sonora al recordar aquellos momentos.

La huelga iba a terminar y sería una marca profunda en la dictadura que recién comenzaba. Luego el Ejército reconoció que durante la huelga solo se pudo llegar a un 20% de la producción de la refinería de ANCAP.

Goggi dice "éramos pueblo organizado". A los pocos meses debió salir del país y pasar a la clandestinidad. Se radicó en Argentina. Los recuerdos del Buenos Aires de aquella época son otra historia. Una historia que volvería a ser muy dura. Una historia peligrosa al extremo. Algunos meses después logró el exilio en Italia donde logró tener la ciudadanía.

La llama de ANCAP se había apagado y esos sucesos entraron en la historia.