MONTEVIDEO (Uypress)- La cifra, que comprende al año 2019, se desprende de una investigación del Centro de Estudios de Realidad Económica y Social (Ceres), que abordó el tema con una metodología más allá de la franja de ingreso de las personas, según informa El Observador. El estudio determinó que había 207 mil personas que tenían ingresos algo superiores a los que establecía la línea de pobreza y que igualmente vivían en condiciones de pobreza, pese a no ser considerados pobres. La pobreza en 2019 fue de 8,8% según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), pero según los datos del Ceres la tasa llegaba al 15%, antes que impactara crisis del covid-19, computando ingresos y también carencias de bienes y servicios básicos. Es decir, según los datos oficiales, en 2019 había más de 300 mil personas pobres, con ingresos menores a los que establecía la línea de la pobreza. Pero había más de 200 mil personas con ingresos algo superiores, que vivían en condiciones similares. Ceres realizó este estudio en base a la Encuesta de Hogares del INE, pero no se limitó a los ingresos de personas y familias sino que consideró variables de calidad de vida, como si vive en hacinamiento, sin baño o sin cocina, sin calentador de agua, la ocupación laboral y la educación. El estudio del Ceres establece que la generación espontánea de más de 300 ollas populares generó sorpresa en la opinión pública por la "tendencia a la baja" de la pobreza en los últimos años. El estudio concluye que "la delgada línea de la pobreza" es una buena herramienta para medir y comparar, pero es un sistema que no permite ver "la dimensión real de un drama social complejo". La pandemia "dejó al desnudo" una "realidad social compleja", que "exige creatividad en política económica" y "planes sociales", según Ceres.

LA EVOLUCIÓN Tras la recesión de 1998 a 2003 (con la crisis económico-financiera de 2002), la economía uruguaya vivió una década de crecimiento, en la que las familias incrementaron su poder adquisitivo y lograron mayor acceso a servicios fundamentales y de confort del hogar. Esto perdió ritmo a partir de 2015 y sufrió deterioro en 2018 y 2019. El pico alto de la pobreza se dio en 2004 cuando la tasa fue de 39,7%, luego de la crisis económica de 2002. El mínimo, en tanto, fue en 2017, cuando la tasa fue de 7,9%. Luego aumentó 8,1% en 2018 y a 8,8% en 2019. Este aumento, destaca el informe del Ceres, se produjo en un período de leve crecimiento del Producto Interno Bruno (PIB) (2,6% en 2017; 1,6% en 2018 y 0,2% en 2019).

¿CÓMO SE MIDE LA POBREZA? Existen dos formas clásicas para estimar la pobreza; una es por nivel de ingreso y otra por necesidades básicas insatisfechas. La primera consiste en la definición de una canasta de necesidades alimentarias y otros bienes y servicios, cuyo valor determina la línea de pobreza: los que tienen ingreso menor a ese valor son pobres. La segunda toma las necesidades básicas (capacidad económica, vivienda, salud, educación) y se considera pobres a los que no satisfacen al menos una de ellas. El informe anual del INE sobre pobreza se realiza con el método de ingreso, con datos de la ECH y las líneas de pobreza cambian según la zona de residencia. Para 2019, la canasta básica en promedio de los montevideanos tenía un costo de $ 14.311, lo que significa que los que contaban con un ingreso inferior a ese valor eran pobres. Para el interior de país, la línea se encontraba en $ 9.200 para zona urbana y $ 6.200 para zona rural. "Aunque es una metodología aceptada internacionalmente, el método implica que las personas pobres que mejoran su nivel de ingresos pueden dejar de ser consideradas como tales, aunque no hayan consolidado una mejor posición socioeconómica que los haga salir de la situación de pobreza", explica Ceres.

ÍNDICE DE SIMILITUD POR CARENCIAS SOCIOECONÓMICAS (ISCS) Para determinar la magnitud de personas que están en una situación de pobreza, computando no solo nivel de ingreso sino carencias de necesidades básicas, Ceres construyó un indicador que toma en cuenta el acceso o exclusión de servicios fundamentales (ver imagen abajo). Las dimensiones que se consideran son las utilizadas para medir vulnerabilidad socioeconómica (e incluso pobreza ) y se agrupan en cinco categorías: empleo (sin trabajo, subempleo e informalidad), educación (asistencia a la educación media y años de educación), vivienda (precariedad, hacinamiento, espacio para cocinar y servicio higiénico), artefactos de confort (calefacción, conservación de la comida y calentador de agua) y conectividad (conexión a internet). Para cada una de estas categorías, se comparó personas no pobres, pero con ingresos cercanos a la línea de pobreza (en intervalos de hasta un 25% por encima de la línea), con personas en situación de pobreza con un ingreso entre la línea de pobreza y un 10% por debajo de ella. Concretamente, el grupo de referencia está constituido por las 86 mil personas en situación de pobreza que se encuentran más cerca del umbral. Estas son comparadas primero con las casi 48 mil personas con ingreso de hasta un 5% por encima de la línea, luego con las casi 53 mil personas con ingreso entre un 5% y 10% por encima y así sucesivamente hasta llegar al intervalo entre 20% y 25%.