Hace seis meses entramos en el túnel de la peste, que para alinearnos con el mundo la llamamos pandemia del Covid 19, en Uruguay es una peste bien llevada, pero peste al fin, siempre en suspenso. Todos los medios han, hemos incorporado una sección especial: la pandemia y sus diversos nombres, los epidemiólogos han pasado al estrellato mediático, mientras los infectólogos y los médicos en general le hacen coro y por otro lado una cantidad de charlatanes de todas las profesiones y credos se han lanzado a opinar sin mesura ni desparpajo. Y en el medio estamos nosotros. No todos por igual, los mayores de 65 años, ahora somos personal de riesgo. Voy a tratar de echarle una mirada a estos desgraciados seis meses, en los que no nos hemos paralizado, hemos notoriamente retrocedido, desde el punto de vista de las víctimas o de las potenciales presas del Convid-19 y alejarme de la tabla mundial de posiciones sobre la cantidad de infectados por millón de habitantes, o de muertos y de todas las variantes posibles. En la cúspide de la pirámide de la peste están los médicos, enfermeros y en general el personal de la salud en todo el mundo. Les cayó un alud encima, se cuidan, hacen recomendaciones, atienden por teléfono pero llegado el momento el mandato hipocrático se transformó en una pesada cruz. Son los que combaten en las primeras trincheras contra el cobicho. Se enferman más que nadie, y van a los CTI y en algunos países muchos han muerto. Han aprendido mucho, pero todos ellos se hubieran saltado este curso obligatorio y largo, muy largo con todo placer y devoción. Después venimos nosotros los mayores de 65 años porque la peste nos ataca con más ferocidad y hay altas posibilidades que Caronte nos cruce el Aqueronte, en los países con promedios de edad altos, es decir donde la gente vive más años, la peste se encargó de hacer una terrible obra demográfica. Por eso nosotros tenemos que encerrarnos más, perder mucho tiempo, considerando que somos
los que menos tenemos menos tiempo por delante a disposición, y si por casualidad nos depositaron en un asilo o casa de salud, u "hogar", en realidad estamos en el horno. Esperando. Los más jóvenes que les gusta correr la vida a toda velocidad y aunque la peste los afecta mucho menos, han tenido que aprender de un solo saque que todos somos mortales y vulnerables y que bailongos, fiestas, partidos y concentraciones se suspenden a la espera del protocolo, la autorización y la vacuna. Nos hemos transformado en un mundo de esperadores. Esperamos las cifras de la peste todas las noches frente al televisor; esperamos las palabras sabias y doctas de los especialistas; esperamos que el millón de laboratorios encuentren una cura o una vacuna o las dos cosas; que la OMS se deje de distribuir esperanzas y optimismo...; esperamos poder volver a trabajar plenamente, si la peste no se devoró nuestro empleo; que se abran las fronteras, los estadios, los cines, los teatros y volver a encontrarnos sin limitaciones con nuestros amigos y parientes. Hay unos cuantos millones que esperan todos los días poder comer un plato de comida. También ahora somos descubridores, encontradores. En nuestras casas reencontramos viejos libros, viejos objetos algunos para guardar y otros que deberíamos tirar a la basura, recetas que eran imposibles en tiempos normales, llevaban horas, y largos momentos para pensar y asustarnos sobre la condición de este mundo, no solo angustiado por la peste, sino también por el cambio climático, las miles de especies animales que desaparecen cada año y otros detalles. La peste cuando ataca afecta los pulmones y la cabeza cuando la esperamos agazapados. Por eso somos un planeta con miles de millones de solos y solas, de hartos de vivir pendientes de ese inmundo cobicho que además muta y cuando ya creemos que en algún país ha sido derrotado, vuelve con más fuerza y más amenazante. Además de la peste Covid 19 apareció con mucha fuerza la de los ignorantes. Una especie que siempre ha existido, pero que ahora presiden grandes naciones, cono Estados Unidos, Brasil, México, Filipinas y a los que la duda ni siquiera los roza, mientras los contagiados y los muertos desbordan las estadísticas, los hospitales y los cementerios de sus países, ellos pontifican sobre su ignorancia. Cuando esto termine, al menos cuando tengamos cierto control sobre la peste, habrá surgido la generación de la peste, el cine de la peste, la literatura de la peste, la música de la peste y como los humanos tenemos una imaginación interminable, seguramente nuevas disciplinas y artes se sumaran a los festejos. Ah y me olvidaba, está surgiendo la sicología, la psiquiatría y el psicoanálisis de la peste. Lo que ya explotó con fuerza son los negocios de la peste. Varios autores escribimos sobre "ella", la maldita y como se entromete en nuestro cuerpo y en el fondo de nuestras almas. Ni que hablar que los economistas tendrán una enorme mole de trabajo para prever los efectos sobre todas las siglas habidas y por haber y sobre todo en nuestros bolsillos, en las acciones en las bolsas, en la vida de nuestras sociedades. Todo esto bajo la atenta mirada de los políticos, que cuando quieren apelan a los economistas y cuando pueden se liberan de ellos. En medio de este tremendo danzón de ciencias, semi ciencias, las ciencias sociales no podrán estar ajenas y ya ha comenzado un alud de interpretaciones sobre este mundo y el próximo. En algunos casos los diversos sacerdotes de los más variados credos nos relatarán el "otro" futuro y como prepararnos para pasarlo lo mejor posible. Hay palabras, sensaciones, emociones que a nivel global, realmente global han cambiado de significado y sobre todo de intensidad: soledad, fraternidad, amistad, solidaridad pero también egoísmo y diversas otras miserias humanas. Han pasado solo seis meses y nos parece una eternidad, sigamos esperando, buscando, encontrando y recordando que el largo camino de los seres humanos ha estado repleto de estas pestes, o de guerras globales. Así que tenemos también hacia dónde mirar para consolarnos o leer el Decamerón y descubrir nuevamente el fatídico error cometido por los florentinos ilustres durante la peste negra. Y eso que nosotros, aquí en esta esquina del mundo, la pasamos - por ahora - bastante liviana. Es otra de nuestras esperas, que todo siga así o mejor.

ESTEBAN VALENTI