por Esteban Valenti

​La comisión estatal integrada por los partidos políticos y otras instituciones que está estudiando la reforma del sistema jubilatorio, partió de donde debía partir, realizar la proyección más precisa posible sobre la evolución o la involución demográfica del Uruguay. Como estaremos en 80 años.

 

Ya somos uno de los países más despoblados del planeta, sobre todo si se refiere a la proporción entre tierras fértiles y productivas y el número de habitantes, somos el primer país del mundo, con un potencial de producción de más de 20 veces lo que consume nuestra población a nivel agropecuario y forestal.

 

Pero lo alarmante es que esta comisión llegó a la conclusión que a finales de este siglo el Uruguay podría tener aproximadamente 2.700.000 habitantes !!!, es decir una reducción de aproximadamente el 20% de la población actual. Un país que va muriendo.

 

Analizando más en detalle esa proyección, los cambios más dramáticos son en las edades: Hasta 14 años de edad, ahora representan el 20% del total; mientras que en el 2100 se reducirán al 15% y los mayores de 65 años, que en el 2020 son el 14% alcanzarían el 33% y los que están en edad de trabajar, de 15 a 65 años pasarían del 64% actual al 33% del total. El impacto de estos cambios en el nivel de dependencia de los que trabajarían sobre los extremos, menores y mayores, sería terrible e insostenible.

 

A ello hay que agregar que el promedio de vida de las mujeres sería de 90 años y de los hombres de 85 años y que la población estaría formada por 1.400.000 mujeres y 1.300.000 hombres.

 

Para llegar a estas conclusiones se tomaron en cuenta la tasa de fecundidad que en 1996 era de 2.46 nacimientos por mujer-promedio a la actual que tuvo una drástica caída y es de 1.49, cuando la simple tasa de remplazo requiere de 2.1 nacimientos por cada mujer. Aquí no se analizaron las causas - al menos en la entrevista radial con Emiliano Cotelo, pero es notorio que la baja en los niveles de pobreza tiene un fuerte impacto en el embarazo adolescente y por lo tanto en la tasa de fecundidad. La otra hipótesis considerada es que Uruguay tendrá una tasa migratoria "0", es decir que la llegada de emigrantes o el regreso de uruguayos, será igual a la partida para residir en el exterior de uruguayos. En lo general y en lo particular es realmente un cuadro dramático. Y no se tomó en cuenta en absoluto el cambio climático.

 

No es una sentencia, o una maldición, es una conclusión sacada del análisis estadístico, una posibilidad que se puede cumplir o cambiar. Lo que no podemos hacer es refugiarnos en que faltan 80 años y esperar que algo cambie por si solo.

 

Yo he defendido con pasión que los amplios espacios que cada uno de los uruguayos disponen para vivir, para recorrer, para gozar y naturalmente para producir con las diferencias sociales del caso, son una bendición de nuestro país. Ningún país, que no quiera cometer un genocidio puede proponerse reducir drásticamente su población, así que los crecimientos explosivos o muy altos en algunos países son problemas graves que empeoran las condiciones de vida. Uruguay afronta una realidad totalmente diferente, pero todo tiene un límite o una proporción. Un vaso de agua límpida y pura saca la sed, una piscina te puede ahogar. Y vamos directo a una enorme piscina.

 

La tendencia es además negativa en muchos otros aspectos. Los sectores sociales que crecerán, que tendrán más hijos, son los más pobres y desfavorecidos, sucedió siempre y seguirá sucediendo. Esta tendencia a la baja de la natalidad promedio, demuestra que el Uruguay tiene comportamientos de un país desarrollado - que no lo es - y que este proceso tiene un fuerte componente cultural.

 

Para llegar a esa cifra de reducción de la población hace falta un estado de ánimo, un pesimismo social y cultural importante, perder la confianza en el futuro para nuestros hijos, nietos y los que vendrán, no es solo una costumbre moderna y cómoda de afrontar la vida, la creación de parejas con hijos, es algo mucho más profundo. Eso tiene mucho que ver con el optimismo, con la expectativa de un Proyecto Nacional realmente promisorio y de justicia social extendida. Esperanzas de una vida mejor.

 

Seguramente se harán, mejor dicho ya se están haciendo propuestas por parte de las AFAPS, pública y privadas, del gobierno, de las organizaciones sociales y con el aporte de la Universidad, porque todos comprenden que la proporción entre activos y pasivos será mucho más negativa, habrá menos trabajadores para financiar las pensiones y jubilaciones de más personas que además vivirán más años. Y la nuestra será una sociedad todavía más envejecida, más gris con todas las consecuencias que esto implica. Pero hay cosas mucho más graves que el tema jubilatorio.

 

Un país vacío y vaciándose, es un país con una decadencia imparable. A menos que tomemos medidas realmente nacionales y entre todos y a tiempo. Es una situación que no se resuelve con medidas administrativas, y que el mercado por sí mismo tampoco resolverá, se necesitan respuestas integrales.

 

Las conclusiones a las que llegue la comisión de la reforma del sistema previsional tendrán su proyección en la labor periodística, parlamentaria, política y finalmente gubernamental. Pero el tema demográfico y poblacional no puede ser una derivada del aspecto previsional, estaremos definiendo el futuro del país.

 

Hace falta que el más amplio espectro político, la academia, la sociedad civil, es decir algo muy similar pero con otra integración y otro enfoque se ponga a estudiar los impactos y las alternativas, que no serán administrativas, sino profundamente políticas, culturales, espirituales y que formarán parte de la base estructural de un Proyecto Nacional, uno nuevo, en un país que ya tuvo uno, distintivo de todos los demás países de América Latina en los años 20 del siglo pasado. Y hay que recordar que en ese Proyecto Nacional, la emigración jugó un papel fundamental, por la cantidad y la calidad, porque una parte eran​ librepensadores, muchos italianos, garibaldinos, mazinianos, anarquistas, socialistas, liberales que aportaron mucho desde antes, desde el​ último tercio del siglo XIX y que el batllismo supo recoger.

 

No se trata de recurrir a un instrumento muy querido, denostado y poderoso de los uruguayos: la nostalgia, sino de mirar hacia adelante despiadadamente, con audacia, sin una pizca de resignación. Podemos romper las peores previsiones, lo hemos demostrado muchas veces, pero este tema debe irrumpir con gran fuerza en la verdadera agenda, la de las prioridades.