Otras dos iglesias fueron quemadas  en la región de Columbia Británica, en Canadá, y quedaron completamente destruidas.
Las autoridades hablan de "incendios sospechosos", pero el incidente, que eleva a cuatro la cantidad de iglesias recientemente incendiadas, parece estar vinculado a los impactantes descubrimientos de tumbas con restos principalmente de niños nativos, enterrados sin nombre en las antiguas universidades y residencias, en muchos casos administradas por la Iglesia.
Esos tenebrosos hallazgos indignaron a todo el país y exhortaron al premier, Justin Trudeau, a pedirle a la Iglesia Católica que asuma la responsabilidad y aclare la cuestión.
Trudeau llegó a plantear la hipótesis de una acción legal en el caso de que la Iglesia no coopere y no proporcione todos los documentos que tiene en su poder sobre el caso.
Frente a esta situación, el premier prometió por ello que "honrarán su memoria" y contarán "la verdad sobre estas injusticias", ya que "ningún niño debería haber sido separado de sus familias y comunidades y despojado de su idioma, cultura e identidad".
El primer hallazgo impactante tuvo lugar hace poco más de un mes, cuando los restos de 215 menores se encontraron en la Kamploops Indian Residential School, en Columbia Británica.
La escuela era una de las tantas creadas hace un siglo para acoger y educar a los hijos de los pueblos originarios y administradas en gran parte por la Iglesia, que se ocupó de Kamploops por cuenta del gobierno desde 1890 a 1969.
Hace algunos días se produjo otro terrible hallazgo: los restos de 761 personas, en su mayoría niños nativos, en una antigua escuela residencial, la Marieval Indian Residential School, administrada por la Iglesia en la zona de Saskatchewan. Los descubrimientos obligaron a Canadá a revisar su historia. Entre 1863 y 1998, más de 150 mil niños nativos, entre ellos, Inuit y Metis, fueron arrancados de sus familias y colocados en las 139 escuelas residenciales destinadas a ellos. En esas instituciones, como ahora se conoce, los estudiantes sufrieron abusos físicos por parte de directores y profesores cuyo deber era privarlos de su idioma natal y de su cultura. En 2008, Ottawa creó una comisión para echar luz sobre muchos niños indígenas que, tras pasar por esas escuelas, jamás volvieron a sus comunidades.
Las conclusiones de los expertos fueron tan impactantes como los recientes hallazgos: afirmaron que fue "un genocidio cultural".