Los talibanes anunciaron hoy un gobierno conformado por pesos pesados del grupo, muchos de ellos considerados terroristas en Occidente y buscados por las agencias de seguridad de todo el mundo, los cuales tendrán el objetivo principal de "hacer cumplir la ley sharia".

Así se presenta el ejecutivo del nuevo Emirato Islámico que los talibanes habían prometido "inclusivo" y en cambio no deja lugar a ninguna mujer y prevé figuras sobre cuyas cabezas penden recompensas millonarias Entre ellos encuentra el hombre designado para ocupar el cargo de primer ministro. Se trata de Mohammad Hasan Akhund, quien integra la lista negra de la ONU de "terroristas o asociados a terroristas".

En el pasado asesor político del mulá Omar, el difunto líder de los autodenominados estudiantes coránicos, también fue gobernador de Kandahar, el bastión de los fundamentalistas en el sur de Afganistán, y ministro de Relaciones Exteriores en el primer Emirato, entre 1996 y 2001.

Menos conocido que otros sobre el plano mediático, no es cuestionado sin embargo su autoridad, ya que hasta ahora era el jefe de la Rahbari Shura, el Consejo de Gobierno que hasta la fecha ha tomado las principales decisiones sometidas a la aprobación del Guía Supremo, Mullah Hibatullah Akhundzada. Quien hoy, en su primer mensaje desde la toma de Kabul, dictó inmediatamente el objetivo principal: "Hacer cumplir las reglas islámicas y la Sharia", la ley coránica.

Una intervención que promete mano de hierro mientras se multiplican en el país las protestas contra la injerencia de Pakistán y las violaciones de los derechos de las mujeres, desde Kabul, con cientos de manifestantes desaparecidos por disparos al aire, hasta Herat, donde, según fuentes médicas, la represión provocó almenos 2 muertos y 8 heridos por balas de armas de fuego. Protestas en las que también fueron detenidos numerosos periodistas.

El papel de viceprimer ministro se le confió al hombre al que se ha hecho referencia durante mucho tiempo como el líder político de los talibanes, el cofundador Abdul Ghani Baradar, menos expuesto en este gobierno que el portavoz Zabihullah Mujahid, definido como "provisorio", a la espera de ajustes y nuevos nombramientos.

Su línea se presenta como la más dialoguista, que surgió durante la temporada de negociaciones con Estados Unidos en Doha, tuvo que lidiar con la más extremista, ligada a las raíces qaedistas y a las relaciones con los servicios paquistaníes del ISI, padrinos de los mulás.

De esta franja es una expresión el nuevo ministro del Interior, Sirajuddin Haqqani, líder de la temible red de milicias del mismo nombre, buscado por el FBI por terrorismo, con una recompensa de 5 millones de dólares. Y el ejecutivo también incluye a otros tres miembros de su clan.

A Defensa va una pieza de los 90 del movimiento yihadista, Mohammad Yaqoob, el treintañero hijo del mulá Omar, exponente de las nuevas generaciones que crecieron durante la guerra con Estados Unidos.

A la cabeza de la diplomacia estará en cambio un exponente histórico, Amir Khan Muttaqi, también protagonista de las negociaciones con los estadounidenses en Qatar y exministro en el primer Emirato Islámico.

Pospuesto durante días, el anuncio del gobierno se produce después de que los talibanes tomaran el control del valle de Panshir, el último bastión de la resistencia afgana, obligando a los insurgentes a refugiarse en las montañas. Entre ellos también permanecería el líder Ahmad Massoud.

Blindado militarmente el país, los estudiantes coránicos han anunciado un ejecutivo definido como "el único en 40 años de historia para gobernar todo Afganistán".

Fuertes incógnitas pesan sin embargo sobre las futuras relaciones internacionales del país, que necesita con urgencia ayuda e inversiones del exterior para relanzar una economía en desorden y abordar la dramática pobreza.

Mientras la comunidad internacional estudia una posible representación conjunta en Kabul y el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, recuerda la promesa de los talibanes de reanudar las evacuaciones de extranjeros y afganos "en posesión de documentos de viaje".

Una ducha fría llega en tanto desde Turquía, según la cual "no hay prisa por reconocer" el nuevo rumbo y la esperada reapertura del aeropuerto de la capital sólo será posible con la presencia de contratistas extranjeros encargados de la seguridad.