por Esteban Valenti

Dentro de la pandemia, y sobre todo en esta fase incierta de avances pero de nuevos brotes en el mundo, hay otras pandemias, múltiples y de diversa gravedad, no solo sanitarias o medioambientales, algunas ideales, culturales. La más notoria es el reino creciente de la inmediatez, le mirada puesta en la punta de los pies y poco más. 

La pandemia ha puesto de manifiesto problemas estructurales muy agudos en el mundo, una crisis que a diferencia de las del siglo XX u otras previas, desnudan peligros que no son solo crisis pasajeras, económicas, sociales o financieras, sino asechanzas mucho más graves, como por ejemplo, la más grave: el calentamiento global y sus consecuencias ya visibles.

Una pandemia que afecta diversas naciones, y en particular la nuestra, es la opresión de lo inmediato, tanto en el oficialismo que hizo de la pandemia el centro absoluto de su acción y de sus explicaciones, como en la oposición, en la izquierda que tiene enormes dificultades para diagnosticar los principales problemas a mediano y largo plazo y elaborar respuestas adecuadas.

En el plano político cotidiano, hoy ha mejorado la situación para la oposición política y social en Uruguay, al alcanzar 800 mil firmas entregadas a la Corte Electoral para convocar un referéndum para la derogación de 135 artículos de la gigantesca Ley de Urgente Consideración (LUC), la gran manifestación y el paro general del PIT CNT del 15 de setiembre y una entonación general en sus filas. Pero confundir eso con una respuesta estratégica sería equivocado y muy peligroso.

La derecha y el centro derecha no tienen la misma necesidad de elaborar un proyecto de país, al contrario, el peor retroceso que está viviendo el Uruguay, no son solo las cifras sociales, el nivel salarial y de las jubilaciones, el consumo popular y el cierre de micro, pequeñas y algunas medianas empresas, es el retorno al país de la flotación, al día día y poco más, el país encadenado al déficit fiscal y al ataque desde múltiples frentes contra el Estado, en particular con la entrega y rendición total ante la empresa portuaria belga KatoenNatie, por 60 años....

Su programa es el presupuesto, la rendición de cuentas y la LUC y poco más. Ahora se agrega el Tratado de Libre Comercio con China, que ocupa todo el horizonte. Sin más detalles que ese enunciado totalmente genérico.

La izquierda se suicidaría si su programa, su discurso, su proyecto, se reduce fundamentalmente a la oposición a los planes y políticas de la derecha, no solo arriesgaría su capacidad de crecimiento, de acumulación de nuevas y renovadas fuerzas sino que renunciaría a su capacidad de proponerle al país las salidas diferentes, alternativas y avanzadas que cada día son más necesarias.

Partamos de la historia que siempre es un punto de referencia imprescindible. Uruguay se diferenció en los mejores momentos de su desarrollo, en el siglo pasado e inicios de este siglo, por contar con un Proyecto Nacional. El estado de bienestar de origen batllista era eso: un Proyecto Nacional integral, económico, social, cultural, gubernamental, estatal, educativo, en la salud y la infraestructura.

La decadencia del país iniciada a mediados de los años 50, fue precisamente por el agotamiento de su Proyecto Nacional y asumir las reformas monetarias absolutamente de corto plazo y regresivas cuyas consecuencias, incluso con cambios a gobiernos blancos, colorados y militares y vuelta a los dos partidos históricos siguieron por el mismo camino. Y la decadencia general fue dominante sobre algunos momentos de ondulación económica. La decadencia social pero también espiritual, de la voluntad y el impulso para el progreso y el desarrollo.

El gran cambio que introdujo Wilson Ferreira Aldunate a través de la creación y funcionamiento desde 1960 a 1967 de la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE) y que con un aporte extraordinario de Enrique Iglesias fue no solo un diagnóstico de la compleja situación nacional de aquellos años sino una base para reelaborar un Proyecto Nacional.

Los datos de los primeros 19 meses de este gobierno multicolor pero con una abrumadora predominancia del sector herrerista del Partido Nacional, muestran el firme y constante retorno al proceso de decadencia y de falta de un proyecto. Es más, el nervio central de su modelo es ese: los grilletes de una macro economía en la que el déficit fiscal es el perno central de todo. La experiencia es que al final, la decadencia termina no solo por afectar fuertemente la distribución de la riqueza, sino que también fracasa en el crecimiento y en el equilibrio de las cuentas públicas, ergo del déficit fiscal y el endeudamiento. Hay que recordar cómo quedó el país luego de 4 gobiernos colorados, blancos y colorados-blancos: con la peor crisis de su historia.

Hoy la situación es más variada y compleja, porque los cambios estructurales que se produjeron en el campo, en la producción ganadera (trazabilidad), en la producción de granos exportables y en la cadena forestal, le dan una base sólida y estable y a pesar de las muchas heridas sociales de la pandemia y de las carencias gubernamentales y no se perfila un desastre parecido a los anteriores.

Hay sectores que saldrán fortalecidos, los "mallas oro", que en un semestre aumentaron sus depósitos en los bancos en Uruguay de 2.800 millones de dólares, sectores de las capas medias que también han sorteado con beneficios la pandemia y otros muchos, asalariados, jubilados, pensionistas, sectores profesionales, de la cultura de la educación, de los servicios que han sentido golpes duros y muy duros. Y 100.000 uruguayos que se precipitaron en la pobreza.

Una mirada a medio y largo plazo, no puede conformarse con observar al montón, de forma facilonga y simplemente con consignas, debe analizar muy bien los matices y no reducir todo a las cifras y estadísticas.

Tomemos un solo ejemplo: durante los gobiernos del FA, un sector importante de la población engrosó la clase media y media alta, el consumo y la acumulación de bienes lo demuestran, pero como ese proceso no fue acompañado de una batalla política y cultural adecuada, no tuvo ni de lejos un impacto en la conciencia social. La gran mayoría de esos sectores consideraron que se trataba del resultado de su esfuerzo personal exclusivamente y que casi nada o nada tenía que ver la situación general del país y su proyecto de desarrollo. El último gobierno del FA, el de la flotación y algo más reforzó esa debilidad política e ideológica.

Y si bien es correcto, las mejoras sociales necesitan de manera imprescindible del esfuerzo personal y familiar, el marco de las políticas económicas y el estado del país también son fundamentales.  Se consolidó la visión de que si hay éxitos son personales, si hay fracasos son del Estado y del gobierno.

Una mirada estratégica requiere rigor en el análisis de todos los factores, no es simplemente una correcta elaboración de los cambios en la política económica (fundamental), pero exige analizar el papel de la sociedad, de los trabajadores y su cultura en serio del trabajo y la producción, de los empresarios y su actitud de riesgo, de la innovación y la creatividad y, en general del estado de ánimo de toda la sociedad.

Otro suicidio de la izquierda sería encerrarse en disputar con el actual oficialismo sobre el relato sobre el pasado inmediato, es decir sobre los resultados de los pasados 15 años en el gobierno. Pierde, perderíamos, porque a pesar de las diferencias de enfoque, los cambios producidos por los propios gobiernos de la izquierda y en el mundo, le dan ventajas a la derecha. Hay que hacer la autocrítica tan reclamada pero hacia adelante, hacia el futuro, para el futuro.

Un factor nuevo, obligatorio en cualquier mirada y construcción programática pero también ideal sobre progreso y desarrollo, es el factor ASG (ambiente, sociedad y gobernanza). Los próximos años estarán signados por el compromiso, la inteligencia, la creatividad de incorporar estos factores como elementos claves en todo el mundo. La izquierda debe intensificar su estudio y sus aportes diferenciales.

La única medida a largo plazo que el herrerismo en soledad, incluso dentro de la coalición, puede presentar, es un concentrado de toda su política: la entrega del puerto de Montevideo por 60 años. La batalla por reconquistar la capacidad de competencia entre varias empresas, ni siquiera entre dos empresas, sino la condición de puerto libre compitiendo por la calidad y los precios adecuados de los servicios para los importadores y exportadores uruguayos y de la región, es clave.