por Mimmo Porpiglia

El voto en el exterior, y su vínculo entre Italia y sus comunidades en el exterior, pende de un hilo tenue que está listo para romperse en cualquier momento, quizás de forma irremediable.

Dos hechos, aparentemente diferentes pero intrínsecamente vinculados, nos dan el pulso de la situación: el primero se relaciona con el gravísimo fraude electoral de 2018, sobre el que el poder judicial italiano y argentino sigue investigando también a raíz de los recursos presentados a la Cámara y al Senado por dos candidatos, Fabio Porta y Alberto Becchi; el segundo, a la vista de todos los lectores, no solo de nuestro periódico, es relevante para la próxima elección de los Comités, que para muchos será la "crónica de una muerte anunciada" con muchos protagonistas que se buscarán especialmente entre los simpatizantes y ejecutores de un sistema de registro de votantes complejo y engorroso.

Pero vayamos en orden. Nuestro periódico (Gente d'Italia), a diferencia de otros organismos y agencias de información que deberían informar institucionalmente sobre la labor parlamentaria y los principales temas de los italianos en el mundo, ha seguido de cerca desde hace más de tres años una historia inquietante y paradójica, la del fraude electoral en el centro de los llamamientos presentadas en el Parlamento y las denuncias correspondientes encomendadas a los fiscales argentinos e italianos.

Episodios "inquietantes" ya que estamos hablando de diez o veinte mil votos manipulados, es decir, sustraídos al votante único y reemplazados por papeletas votadas por una pantilla especial a sueldo de algún candidato. Pero también "paradójico" porque es una repetición, con distintos protagonistas, de lo que ya sucedió en el pasado y, como sucede, siempre en Buenos Aires, donde circula la mayor cantidad de papeletas del mundo durante las elecciones en el exterior.

Es posible que casi cuatro años después de la votación y pese (como leemos en el acta de la Junta para las elecciones al Senado) a que una comisión especial ya haya constatado la clara existencia de esta "patología", confirmada también por más de un informe científico elaborado por el primer ministro del Ministerio Público de Roma, ¿es el Parlamento italiano incapaz de deliberar sobre un asunto tan delicado y decisivo para el futuro de las votaciones en el extranjero? De hecho, no se trata de la cesión de un escaño de un partido a otro ni de la sustitución de un parlamentario por otro, sino de la legitimidad y credibilidad de un sistema de votación que en ausencia de intervenciones capaces de corregir abusos y distorsiones difícilmente será defendible y, por lo tanto, volverá a proponerse.

El asunto de los Comités no es menos inquietante y paradójico: tras la drástica reducción de la representación de los electos en el exterior, una reforma que, como contrapeso, fortalecería los órganos de representación básicos e intermedios, a menudo pletóricos y obsoletos, parecía urgente e inevitable. ¿Qué pasó en su lugar? Evidentemente nada. De hecho, no solo no se ha aprobado ninguna ley de reforma (incluida la ley electoral en el exterior, ¿ha oído hablar de ella?), sino que, para colmo, el Ministerio de Relaciones Exteriores ha persistido en volver a proponer un sistema de votación que por un eufemismo definimos "antidemocrático" (la llamada "inversión de la opción", para los simples mortales: la obligación de registrarse en el consulado para votar) y luego rechazamos todas las invitaciones para posponer las elecciones dictadas por el sentido común de quienes indicaron los riesgos de organizar una consulta en medio de una pandemia que aún es fuerte en varios continentes.

Quienes tienen las manos en la masa y frecuentan las asociaciones de emigrantes más que las salas de la Farnesina saben muy bien lo que está pasando estos días: cifras de votantes que, gracias a un sistema complejo y engorroso, se acercan al cero punto algo por ciento de italianos inscritos en el registro consular, poca o ninguna campaña de información institucional por parte de embajadas y consulados, dificultades para registrarse a través del portal Fast-It, complicaciones burocráticas para la presentación de listas y candidatos. Si el resultado es igual o, peor aún, inferior al de 2015, ¿no sería una exageración hablar de una 'debacle', es decir, un golpe fatal a la representación de los italianos en el exterior?

¿Entonces, qué hacemos? ¿Asistimos impotentes a la agonía de un enfermo terminal o buscamos juntos los espacios para reaccionar y recuperar un derecho fruto de años de luchas y sacrificios?

La verdad es que votar en el extranjero tal como está no funciona. Primero que nada por la representación. De hecho, los efectos del recorte sobre la representación democrática han provocado un amplio debate, porque hoy en día no todos los votantes son iguales. O mejor dicho: no todo el mundo está representado de la misma forma. Ya se ha escrito que en algunas regiones pequeñas el recorte de senadores fue de más del 50 por ciento, en comparación con un promedio del 37 por ciento. Aparte de los directamente implicados, nadie ha tratado seriamente con los italianos en el extranjero. Hay alrededor de 6 millones que residen oficialmente fuera de Italia y, por lo tanto, están inscritos en el Registro de italianos en el extranjero (Aire). Entre estos, los que tienen derecho a voto son unos 4,5 millones (hay 46,5 millones de votantes en Italia). Ahora, para representarlos serán 4 senadores y 8 diputados. Significa que cada diputado elegido en el exterior representará a unos 560.000 votantes (375.000 antes de la última reforma). A modo de comparación, en las próximas elecciones legislativas cada diputado elegido en Italia representará aproximadamente a 118.000 votantes (75.000 antes de la reforma).

Por lo tanto, Italia debería ser un país de vanguardia en la representación de sus ciudadanos en el extranjero, pero esta representación, si no se valora en su conjunto, corre el riesgo de ser solo simbólica, especialmente después del referéndum. Si los italianos en el exterior (muchos de los cuales partidos en desacuerdo con la inmovilidad del hermoso país) han mostrado su deseo de que el país sea reformado, el vínculo con sus diversas representaciones es más difícil de mantener. Esto sucede porque la matriz asociativa que sentó las bases de las instituciones existentes ya no es (o aún no lo es) el número de nuevas emigraciones. Y porque el aumento del 62 por ciento de los emigrantes en diez años ha superado la capilaridad de una comunidad semiorganizada, abriéndose paso con una fuerte y rápida afluencia que aún no ha construido su propia red.

En este punto, ante la inacción del gobierno y de los actuales representantes de los italianos en el exterior en el Parlamento, este voto o lo abolimos porque ya no parece interesar a nadie, Italia en la cabeza, o nos enfrentamos a los problemas en lugar de actuar. como el avestruz que esconde la cabeza en la arena cuando llega la tormenta...

MIMMO PORPIGLIA