por Esteban Valenti

Desde hace muchas décadas los uruguayos hemos incorporado la lucha y el ejercicio de la democracia como un elemento fundamental de nuestra épica nacional.

El día que se entregaron en la Corte Electoral las casi 800 mil firmas, y todavía más el día que se validaron las firmas necesarias para convocar el referéndum del 27 de marzo de este año para ratificar o anular 135 artículos de la LUC, mucho más que un triunfo de los partidarios del SÍ, fue un gran triunfo democrático de todos los uruguayos, que alimentó una vez más la potente épica oriental de la democracia.

Muchos, incluso contrarios a esos artículos de la LUC, no creían que sería posible alcanzar el porcentaje más alto de firmas y huellas dactilares del mundo para convocar el referéndum, el 25%. Me incluyo. Pero cuando se alcanzó, bien al estilo uruguayo, que no tiene explicaciones o mejor dicho, que admite muchas explicaciones, que en los últimos instantes, con una fuerza que surge de lo profundo de nuestra identidad nacional, nos impulsa a alcanzar grandes metas. Lo mismo sucedió con las firmas que en 1989 permitieron convocar un referéndum contra la ley de impunidad. Llegamos corriendo con la lengua afuera.

Eso es a "la uruguaya", nada es tranquilo, distribuido armoniosamente en el tiempo, al contrario, si a los acontecimientos importantes le quitaran los últimos instantes, la mayoría de las veces no llegaríamos. Mesas de recolección de firmas en diversos puntos del país, pasaron de recibir 50 firmas diarias en las primeras semanas, a recibir aluviones de más de 250 firmas diarias en las semanas finales. Nadie se hubiera jugado nada a que se alcanzaban casi 800 mil firmas.

Los uruguayos lo hicieron y si hubiera seguido una semanas más se hubiera superado todavía más las firmas necesarias. Y el porcentaje de descarte fue mucho menor a lo que todos vaticinaron. Se llegó a la cifra y se llegó bien, prolija y certeramente. Y ese es un triunfo de toda la democracia uruguaya, porque para alcanzar esa cifra se sumaron muchos ciudadanos que apoyaban la convocatoria al referéndum y no necesariamente la anulación de los 135 artículos. Baste decir que según encuestas posteriores, 170 mil votantes frenteamplistas de octubre del 2019 no firmaron...

La democracia se exhibe en toda su grandeza y generosidad cuando incluso en los temas polémicos funcionan perfectamente los mecanismos de consulta a los ciudadanos. A todos, y eso es lo que está sucediendo.

También en su épica. Una épica muy actual y necesaria, porque hay que substituir la épica de la violencia y el riesgo, por la épica de la democracia y el ejercicio pleno de la libertad. Es el fruto principal del duro aprendizaje que hicimos los uruguayos durante 11 años de dictadura. Casi todos los uruguayos.

Las dificultades de los partidarios del NO para defender esos apurados, atropellados y muy malos 135 artículos, determinan que se concentren solo en dos temas: la seguridad, como si la LUC hubiera tenido una influencia determinante en la mejora de la seguridad pública, que cada día empeora en los últimos meses, en particular en los homicidios y muertes en las cárceles, y en segundo o primer lugar, en el lamento de que no los quieren dejar gobernar, haciendo jugar para ello a todo el aparato del gobierno además de los partidos, con diferentes entusiasmos.

No hay muchos países en el mundo que en forma reiterada recurran a referéndum y plebiscitos para dirimir posiciones sobre temas de gran importancia nacional o incluso local.

Ese hecho es parte fundamental de la calidad de la democracia uruguaya, desde hace mucho tiempo y en particular a partir de la caída de la dictadura. Pero la base ideológica viene de mucho más lejos, desde la identidad oriental artiguista, con "Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana", un pensamiento totalmente avanzado para esa época y distintivo de casi todos los procesos independentistas de América latina, y más recientemente con una frase impresionante de José Batlle y Ordoñez "En una democracia de verdad, el pueblo no debe conformarse con elegir a sus gobernantes, debe gobernar a sus elegidos". El referéndum es un instrumento fundamental para ejercer este derecho y deber de los ciudadanos.

Por estas razones históricas, pero también mirando hacia el futuro, el referéndum es un soporte fundamental de la democracia y sobre ella se apoya todo el andamiaje institucional e incluso cultural de la República. Vale como señal hacia cualquier gobierno del futuro, de cualquier signo en cuanto a que las mayorías parlamentarias son muy importantes, pero no son la palabra final, la palabra final siempre la pueden tener los ciudadanos a través del referéndum. Es una señal suprema para cualquier tentación de abusar de las mayorías circunstanciales. Porque la rotación en el gobierno se basa precisamente en el valor de los representantes, pero también en sus limitaciones constitucionales y entre ellas, la de los ciudadanos ejerciendo su derecho a "gobernar a sus elegidos".

Todos los gobiernos, de todos los pelos, cuando se enfrenten a un referéndum van a enarbolar la misma bandera: no nos dejan gobernar. No les gusta en absoluto que los ciudadanos no se resignen a que durante cinco años, pueden hacer absolutamente todo lo que quieren, incluso votar una ley de emergencia de casi 500 artículos. Es una tentación muy peligrosa para cualquier gobierno en el futuro. ¿Hasta dónde pueden llegar en el número de artículos y en la cantidad de temas de futuras LUC?

En este caso, el argumento de la posibilidad de gobernar se cae por su propio peso. Dispone de 341 artículos, de los cuales 247 votados por unanimidad de esta LUC. El mayor número de artículos y de materias aprobadas de urgencia al inicio de un periodo de cualquier gobierno en la historia nacional.

Todos estos elementos polémicos no disminuyen, al contrario, engrandecen el valor democrático y republicano de este referéndum y de los referéndum en general.

No solo para nosotros los uruguayos, sino ante el mundo. Y vaya si los orientales valoramos la opinión que el mundo tiene de nosotros, en particular en materia de libertades y democracia. Son parte fundamental de nuestra identidad.

Si sumamos "el último" envión para alcanzar las metas, los resultados inesperados y aparentemente asombrosos, como la derrota de la dictadura en 1980, y diversos indicadores de libertad de prensa, llegamos a valorar la épica de nuestro ejercicio democrático, el de todos.

Democracia y libertad son conceptos indivisibles. Por encima de la libertad de ejercer la democracia, la Constitución en todos sus derechos y sus obligaciones, no hay libertad posible.

Por ello esta es también una gran batalla por la libertad en su máxima expresión. Y las pequeñas zancadillas, insultos, de algunos desaforados no pueden enlodar una bandera, como la libertad que ha sido la clave de todas las gestas nacionales. De todos los colores. Menos los pardos.