Ugo Tognazzi e Raimondo Vianello (Depositphotos)

La conmemoración del centenario del actor Ugo Tognazzi representa son una instantánea de una Italia cambiante, hambrienta de vida y de alimento por las penurias de la guerra mundial, lanzada a la carrera por el bienestar de los años 60, atravesada por el miedo y el exceso en los 70 y replegada en la búsqueda de sí misma en la década siguiente.
Actor monumental en su naturalidad, capaz como pocos de cambiar de registro entre lo cómico y lo dramático, con una simple mueca y un abrir y cerrar de ojos, Tognazzi se construyó como protagonista, jugando siempre desde el rol de coprotagonista, usando el registro de subestimación también cuando era el showman, retratándose a sí mismo como un hombre normal, siempre en primera fila burlándose de sí mismo y del italiano promedio.
Siempre, excepto cuando dominaba la cocina donde no toleraba la crítica y buscaba la perfección, mirando a los comensales en la mesa como en el escenario, esperando el aplauso liberador.
Hijo de un asegurador, creció como "vagabundo" hasta que volvió a su Cremona (donde nació el 23 de marzo de 1922) en la adolescencia con 14 años, consolidando un vínculo que cultivó de por vida, incluso compartiendo la pasión futbolística entre el Milan (para él, "madre, novia, esposa") con la Cremonese ("la amante") del amigo Domenico Luzzara, su primer compañero de escenario.
En el teatro empezó, casi de manera inconsciente, con sólo 4 años en el teatro Donizetti de Bérgamo. A sus dotes cómicas le debió la posibilidad de evitar la primera línea durante el servicio militar, cuando durante la guerra fue asignado a espectáculos para levantar el ánimo de la tropa, incluyendo el breve interludio en la marina en tiempos de la República de Saló.
Contratado como contador en la charcutería Negroni, dejó ese puesto en 1945 por una velada amateur en el Teatro Puccini de Milán. Allí fue observado y contratado por empresa de Wanda Osiris para formar pareja artística con Walter Chiari y, cinco años más tarde, debutó en el cine con "I cadetti di Gascuña", de Mario Mattoli.
El punto de inflexión llegó al año siguiente con el encuentro con Raimondo Vianello, el descubrimiento de la televisión. Ya había hecho todo el aprendizaje en los platós de comedias y farsas cuando, tras el despido de RAI en 1959 por un chiste que aludía al presidente Giovanni Gronchi (1955-1962), optó definitivamente por el cine.
cine.
El punto de inflexión coincide con "Il federale", de 1961, dirigida por Luciano Salce y luego con "La marcia su Roma", de Dino Risi: dos éxitos populares que lo convirtieron en un auténtico antidivo y le abrieron las puertas de Cinecittà.
En el '63 inició su asociación con Marco Ferreri ("L'ape regina"), en 1964 participó en el triunfo de "I mostri", en el '65 dominó en "Io la conoscevo bene", de Antonio Pietrangeli y en el 67 dirigió su película más ambiciosa, "Il fischio al naso".
A partir de ese momento su carrera fue en constante ascenso.
Basta recordar los excesos de "La grande abbuffata", la trilogía de "Amici miei" y la sociedad humana y artística con Mario Monicelli, el éxito no convencional de "Il vizietto", las colaboraciones con Pierpaolo Pasolini ("Porcile"), Ettore Scola "Il commissario Pepe"), Luigi Magni ("Nell'anno del Signore"), Luigi Comencini ("L'ingorgo") y Alberto Bevilacqua ("La califfa"), Bertolucci.
A pesar de haber tenido tres compañeras (Pat O'Hara, Margarete Robsahm y su amada esposa Franca Bettoja), Tognazzi fue un hombre fiel.
Muy cercano a Luciano Salce, Marco Ferreri, Dino Risi y Mario Monicelli, encontró en Raimondo Vianello (primero) y Vittorio Gassman (después) los mayores cómplices.
A tal punto, que Alessandro Gassmann, quien a su vez también creció en la "tribu" de los Tognazzi (tuvo cuatro hijos), emocionado, recuerda las carreras entre Ugo y su padre para ampliar y poblar las respectivas cocinas en las casas de Velletri, que habían construido una al lado de la otra, para invitar a todos los amigos en común.
Por otra parte, hasta el final de su vida, Gassmann y Tognazzi (nacidos en el mismo año) vivieron casi en simbiosis, ambos embargados por la depresión en la cresta de la madurez.
Con el buen humor de sus mejores años, los recordarán el próximo verano (boreal) en la Filmoteca Nacional y la Casa del Cinema italianas, en un espectacular recorrido a través de los éxitos paralelos de ambos.
En ellos, revive una Italia de la memoria que es, también, una espectacular fotografía de las raíces de la actualidad.