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por Esteban Valenti

Las manifestaciones de la cada día más profunda crisis institucional, cultural, ideal y práctica de la política se acumulan en el mundo. Nosotros, los uruguayos, nos mantenemos a flote trabajosamente, pero todavía tenemos la cabeza fuera del barro.

 

Los indicadores de esa crisis, son abrumadores. En primer lugar en la cuna de la política occidental y cristiana, que nos incluye geográfica e ideológicamente. Me refiero a Europa, transformada por la invasión a Ucrania y la imposición norteamericana en un peón de segunda importancia tanto a nivel militar, por la OTAN y la ayuda militar a Ucrania, como por la gestión política y diplomática impuesta por Washington. Nunca antes se había producido una sumisión europea de este nivel. Y es por la falta de liderazgo y la crisis de la política.

La reunión de los 40 países involucrados en la ayuda a Ucrania, se realizó por invitación del secretario de Defensa de EE.UU., Lloyd Austin en la base militar norteamericana de Ramstein, en Alemania. Da una idea del nivel de sumisión de los líderes Europeos.

La OTAN fundada hace más de 70 años como alianza defensiva contra la URSS, con la disolución de la Unión Soviética y del Pacto de Varsovia la Alianza, lejos de desmontarse ha crecido en los últimos treinta años de forma constante. Se han integrado a la OTAN todos los países del ex Pacto de Varsovia y estaba en sus proyectos incluir a Ucrania y Moldavia que integraban la propia URSS.

Los esfuerzos realizados con éxito para volver a definir el concepto de seguridad no son de naturaleza puramente semántica. Como consecuencia, la OTAN pasó de ser una alianza focalizada en la defensa del territorio de sus miembros contra un agresor externo (entonces la Unión Soviética) a una alianza militar internacional que muestra una creciente disposición a intervenir en cualquier parte del mundo. Los militares ocupando lugares claves en la definición de la política mundial, incluso más que durante la guerra fría.

Por otro lado dentro de los  Estados Unidos la reciente aprobación por parte de la Suprema Corte de Justicia de una resolución contra el aborto en todo el territorio de los EE.UU. anulando un precedente de 1973, en un retroceso que no tiene antecedentes en el resto del planeta y pocos días antes la autorización a todos los norteamericanos a portar armas a la vista y en público, cuando se suceden los asesinatos masivos, en escuelas y locales de todo tipo, es la caída más abrupta de la política en los EE.UU. Simultáneamente el panorama luego de décadas de discusiones aprobó una tímida limitación en el acceso a las armas.

Por cierto Joe Biden no da en ningún sentido una imagen de liderazgo, ni siquiera en su enfrentamiento a las violaciones constitucionales y legales flagrantes de parte de su antecesor Donald Trump.

En América Latina, el principal país, el más grande, el más poblado, Brasil está gobernado por Jair Bolsonar, un advenedizo militar retirado de bajo rango, impuesto por una combinación de los mandos de las FF.AA. interviniendo directamente en la política, un juez abusivo y traposo, Sergio Moro que conspiró contra ex el presidente Inacio Lula Da Silva y con un papel destacado de algunas potentes y ricas iglesias evangelistas.

Hubo un reciente episodio, el triunfo de un político con trayectoria (guerrillero, tres veces candidato a presidente y parlamentario en Colombia), Gustavo Petro que derrotó a la anti política de Hernández, un millonario sin partido, sin estructuras y con un potente aparato de propaganda en las redes.

China ha fortalecido y concentrado en su presidente  Xi Jinping más poder que sus antecesores, con excepción de Mao Tze Dong, y en Rusia, Wladimir Putin es el dueño absoluto e indiscutible del poder y desde hace décadas maneja elecciones, parlamento y la política de su país, incluyendo ahora la invasión primero a Crimea y ahora a Ucrania.

En el resto de Asia, África y Medio Oriente, en ningún caso emergen líderes importantes con peso en sus diferentes regiones. La revolución árabe, luego de los entusiasmos iniciales, naufragó estrepitosamente.

Los organismos de las Naciones Unidas, a todos sus niveles juegan un papel desdibujado, sin importancia y a lo sumo declamatorio, sin líderes que al frente de los diferentes organismos o agencias se destaquen por su papel, por su capacidad de liderazgo y de ofrecer caminos y alternativas.

La descripción podría ser más minuciosa, mencionando Gran Bretaña y su payaso del Brexit, o Francia y sus fracasos electorales y de sus planes, o Italia, manejada por un banquero sin partido político y varios partidos en fase de explosión.

Mientras tanto el foro de Davos, es decir el encuentro de los grandes ricos, de los grandes empresarios, anualmente se reúnen en un centro de sky, lejos del mundanal ruido y de posibles protestas a diseñar el futuro del planeta.

La crisis de los líderes políticos, su ausencia es particularmente notoria en relación a los problemas más graves que enfrenta el mundo, en primer lugar la crisis medio ambiental, el calentamiento global que ya se siente y se sufre en muchas partes del mundo, mientras tanto los máximos dirigentes echan mano a las cartucheras misilísticas, artilleras y blindadas para seguir armando a Ucrania que inexorablemente va camino a perder un  amplio territorio del Dombas y de todo el sur-este de su territorio, incluyendo todos los puertos sobre el mar de Azov y a un conflicto de larga duración.

El nivel de los políticos llamados a encontrar una salida a esta tragedia humanitaria con millones de refugiados y destrucciones masivas y a una guerra combatida por los ucranianos y los rusos, pero planificada y de directo interés de los EE.UU. es un escalón más y muy pronunciada de la caída de la política en el mundo.

Cuando el mundo dispone del mayor arsenal de comunicación de toda la historia y vivimos en la sociedad de la información, es difícil encontrar políticos que transmitan mensajes que realmente le lleguen a la gente, que marquen la agenda internacional, que propongan ideas, proyectos y avances que merezcan la atención de la opinión pública mundial. Ni siquiera la de sus propios países.

Obviamente que recurrimos a la comparación, de los fundadores de Europa unida como un hecho histórico para evitar nuevas guerras luego de la barbarie de dos guerras mundiales, fundamentalmente combatidas en Europa y una OTAN sucursal entregada a los EE.UU.

De líderes que condujeron los procesos anti coloniales en África y en Asia, en América Latina de los siglos XIX y XX no se puede decir que hayamos tenidos grandes líderes regionales, con una visión que convocara a nuestras naciones a unir esfuerzos para grandes proyectos de desarrollo y de avance social, cultural, intelectual. Pero incluso con esas limitaciones y estrecheces nacionales, los de la actualidad no sobresalen por cierto.

Las voces que más se escuchan tampoco son de destacados intelectuales, más bien de gerentes y creadores de grandes corporaciones multinacionales globales, en especial tecnológicas.

Alguien podrá concluir que la política ha perdido su importancia, substituida por otras disciplinas, otras actividades. Y esa es precisamente la tragedia, porque los grandes temas civilizatorios, los enormes cambios reclaman a gritos políticos a la altura. Nadie los puede substituir.