por Esteban Valenti

La calle Brecha, ubicada en Ciudad Vieja de Montevideo, lleva ese nombre porque fue el lugar donde los ingleses lograron abrir un espacio (brecha) en la muralla durante la toma de la ciudad en la invasión inglesa de 1807. Ahora más de dos siglos después, la brecha tiene otro significado muy diferente, sería como el tamaño y la profundidad que existe entre el gobierno y la oposición.

Ya que estamos en temas históricos, es bueno recordar que en el Uruguay, ahora presentado como un vergel de adversarios vegetarianos y hasta veganos, que aquí los partidos políticos que duran hasta hoy, blancos y colorados nacieron en la batalla de Carpintería y que las guerras civiles, eran brechas que se cruzaban a lanza, sable y carabina y con algún degüello por el camino. No nos hagamos los santos.

Más cerca aún hay mucha historia y anchas brecas, entre blancos y colorados y dentro de ambos partidos y que entre el gobierno de Jorge Pacheco Areco la brecha se llenó de Medidas Prontas de Seguridad, guerrilla, paros sindicales a granel, presos y represión y varios estudiantes muertos por la policía. Incluso con escuadrones de la muerte. No es prehistoria.

Digo esto, porque si bien es cierto que desde que recuperamos la democracia, todos en el Uruguay aprendimos, que no podíamos de ninguna manera cavar brechas o trincheras que algunos golpistas militares y civiles quisieran ocupar para golpear a la inmensa mayoría del pueblo uruguayo y ensañarse con ciertos luchadores.

Y desde 1985 la vamos llevando bastante bien a pesar de que las diferencias pasaron de la Concertación a sumar diferencias importantes en el plano económico, político e ideológico y de que se aprobó una ley de impunidad repudiable por donde se la mire. Todavía estamos pagando las consecuencias.

Pero todo ello no impidió que la política sea una de las actividades menos violentas de este país y que las instituciones funcionaran y la democracia se fuera consolidando. Más pacífica, que el fútbol, que el basquetbol, que muchas fiestas y festivales y hasta que el tránsito por las ciudades. Es una buena señal.

Lo que hay que estar muy atentos con los que creen que la brecha se cava principalmente por lo que se dice o se escribe y no por lo que se hace. Tener dos años y medio a un delincuente reconocido y denunciado como jefe de la seguridad del Presidente de la República y que este desarrollara decenas de delitos, incluyendo un pedido de una empresa formada en el 2020 por militares retirados con sede en Miami, para espiar a dos incomodos senadores de la república, porque estos hicieron una denuncia ante la Fiscalía por la entrega del puerto de Montevideo a los belgas de Katoen Natie, esa lista interminable de vergüenzas institucionales y negociados, eso si es cavar una enorme y profunda brecha, en primer lugar con la democracia.

Brecha es el affaire del pasaporte concedido al mayor narcotraficante uruguayo Sebastián Marset, incluyendo una carta oficial que le permitió salir de la cárcel de Dubai y que el Ministerio de Relaciones Exteriores la ocultó rigurosamente. Incluso ahora nos enteramos que el subsecretario del Interior le advirtió a la subsecretaria de RR.EE. que Marset era un delincuente peligroso. ¿Eso no es una brecha con la decencia y con las obligaciones instituciones y entre las instituciones? Grave, honda, profunda y que tratan de cubrir con hipocresía y sin que nadie asuma responsabilidades y se vaya o la echen.

Imaginen por un instante que estarían diciendo de otro gobierno, que fuera del Frente Amplio si se hubieran descubierto esta caverna de porquerías que nos amarga y nos alarma todos los días. Se lo digo especialmente al Pablo Mieres, recordándole la coherencia que mantuvo de no integrar un gobierno y una coalición con el general Manini Ríos... ¿Quiere ver nuevamente sus videos sobre el tema?

Yo tengo el alto honor de haber dicho junto a mis compañeros de Navegantes que no votaríamos a Luis Lacalle Pou y haber sacrificado nuestro voto en blanco, por directa responsabilidad de la "coherencia" de Mieres, que saltó la brecha con la garrocha de muchos cargos.

En realidad el Frente Amplio ha sido una vez más extremadamente medido, cuidadoso y con una gran responsabilidad institucional en el tratamiento de esta montaña de fango. No se trata de una brecha, sino de una enorme acumulación de escándalos de todo tipo, realizados por una asociación para delinquir que funcionaba desde la Torre Ejecutiva y en connivencia con diversas autoridades civiles y policiales. No era solo el 4to piso, las responsabilidades están más arriba.

Los oportunistas de la brecha le piden al FA que se pronuncie sobre mi pedido de renuncia al Presidente de la República, que no implica violentar en absoluto la Constitución, sino evitarnos y evitarle a las instituciones este cúmulo de violaciones políticas. La parte legal es la que está en manos de la fiscalía, la parte política del gobierno y los políticos. No se escuden en otro poder del Estado, tienen que asumir sus responsabilidades, por el país, por esa palabra que todos engolamos la voz al pronunciarla: la PATRIA.

Mi pedido de renuncia la hice yo personalmente, sin involucrar a ninguna fuerza política y lo volvería hacer, porque la situación empeora día a día y la montaña crece y crece y casi no nos deja ver a muchas instituciones, detrás del humo del incendio.

No son los ingleses con sus cañones los que están horadando la muralla de la vida política nacional y creando una brecha, son los actos impresentables de parte del gobierno multicolor. Y los que no forman parte de esa brecha, también tienen derecho a no ser ahumados por estos fuegos inmundos.

Pero la peor brecha sería que los uruguayos aceptáramos sin conmovernos, sin enojarnos, sin reaccionar que cualquier gobierno, del color que sea, viole las más elementales normas de respeto a las instituciones, a la seguridad de la Presidencia y del Presidente y de muchos secretos, algunos de Estado y otros, de esos inconfesables que manejan Astesiano y sus cómplices.

Esa sería una brecha con la decencia nacional, con la cultura democrática y es anteponer el color de los colores partidarios, a los valores fundamentales de nuestra democracia y por lo tanto de la Patria.