por Esteban Valenti

El Frente Amplio de Uruguay cumplió 52 años de existencia, de los cuales 12 bajo la dictadura, la más cruel y criminal que conoció el país en toda su historia y uno de cuyos principales objetivos fue destruir al FA y en especial a algunos de sus principales partidos y dirigentes, comenzando por el General Liber Seregni, su presidente.

 

En la convocatoria al acto del aniversario hay una fuerte presencia del general Seregni en su discurso en el acto inaugural del FA el 26 de marzo de 1971 y hay mucho de nostalgia. Se puede decir que es parte de la idiosincrasia uruguaya, pero hay algo más. La izquierda uruguaya tiene una fuerte mirada hacia su pasado y no el más reciente, sino su fundación como un fenómeno político prácticamente único en América Latina y en el mundo.

Dura desde hace 52 años, desde su fundación en 1971 hasta el golpe de estado en 1973 pasaron apenas 2 años, luego más de una década de dictadura, en 1989 se profujo una fractura importante con la salida de la Lista 99 de Hugo Batalla y del Partido Demócrata Cristiano, dos fuerzas que representaban un alto porcentaje de los votos de las elecciones de 1984. Desde 1985 hasta el 2005, 20 años de oposición a los dos partidos tradicionales, 3 gobiernos del Partido Colorado y uno del Partido Nacional y finalmente del 2005 al 2020, 15 años de gobiernos nacionales del FA. Aunque el cambio comenzó con la conquista en 1989 del gobierno de la ciudad de Montevideo que se mantiene hasta la actualidad, más de 32 años.

Los uruguayos tenemos una cierta tendencia a ser "únicos" o a sentirnos "únicos", pero en este caso es la pura verdad histórica. No hay otros ejemplos de un Frente tan amplio como el uruguayo que nació de la alianza de demócrata cristianos, comunistas, socialistas, batllistas, nacionalistas progresistas, guerrilleros (que aunque formalmente no estaban dentro del FA, formaron un movimiento para participar), y muchos, muchos intelectuales de izquierda. Y una presencia fundamental de dirigentes sociales, sobre todo sindicales y estudiantiles.

Los que se fueron en 1989, con el proyecto de construir una alternativa a los dos partidos tradicionales, diferente al FA, volvieron de diferentes maneras, tanto el PDC, como la lista 99000 de Rafael Michelini y se fueron incorporando nuevas fuerzas y figuras, como Rodolfo Nin Novoa dos veces intendente de la "capital" blanca, Cerro Largo e importantes corrientes de ciudadanos de origen batllista. Otra fuente fundamental de crecimiento fue la renovación generacional de los votantes que favoreció al FA.

El FA no es solo una alianza electoral y lo ha demostrado mil veces, pasado pruebas muy duras y crisis muy difíciles, como la caída del muro y del socialismo real y crisis económico-sociales en Uruguay, explosivas como la del 2002. Los 15 años de gobierno nacional y los 32 de gobierno departamental de Montevideo, o los 18 años de gobiernos en Canelones y varias intendencias departamentales donde el FA ha rotado en sus gobiernos, no debilitaron su perfil político y sus perspectivas.

Incluso la derrota del 2019 y los casi tres años de cruzar el desierto de la oposición han sido una experiencia dura y difícil de asimilar, pero hoy está en TODAS LAS ENCUESTAS por encima de los resultados de hace 5 años. EN TODAS y es una real alternativa de conquistar nuevamente el gobierno.

Aunque no se trate solo de los aspectos electorales, es la demostración de que es una experiencia política, de pluralidad ideológica, de diversidad única y muy importante, frente al más antiguo sistema de partidos políticos del mundo, los colorados y los blancos.

Su crisis más difícil fue y sigue teniendo ciertos restos y rescoldos, fue cuando el FA no supo afrontar las serias desviaciones del poder de algunos de sus integrantes, cuando comenzó a avanzar un apego excesivo y patológico a los cargos y a eso se sumó un gobierno flotante, el tercero del FA.

Debemos reconocer que luego de la derrota, la pandemia que fue afrontada que relativo éxito y resultados por parte del gobierno multicolor y su capacidad de comunicación, pero que luego afloró lo inexorable, su política económica y social de derecha, sus fracasos, los negociados con bienes fundamentales del Estado y del país, como el puerto de Montevideo, las amenazas al manejo del agua potable para la zona metropolitana y por el proceso explosivo de la corrupción, las designaciones indefendibles (Alejandro Astesiano y su banda) y el pasaporte al principal capo de una banda de narcos en Uruguay, SebastíanMarset. Y la lista de mentiras y renuncias de ministros, todos ellos colorados, sin que un solo blanco se sintiera tocado mínimamente.

¿Por qué no saltaron los fusibles blancos (Interior, Relaciones Exteriores, Prosecretario de la Presidencia, secretario particular del Presidente)? Por qué se haría imposible que no saltara la llave maestra, es decir el Presidente de la República.

El fracaso más estridente es en la inseguridad pública y sobre todo el aumento incontenible de los asesinatos en todo el Uruguay.

Los fracasos gubernamentales y sus horrores y errores,  ayudan, pero al FA le queda un complejo y difícil camino por delante, apelando a su mejor historia y a todas las capacidades políticas y técnicas necesarias, para ofrecer un programa, un proyecto nacional despojado de literatura y relatos, y apegado a la realidad y los cambios que se han producido en Uruguay y el mundo. La nostalgia es y fue muy buena maestra, pero se necesita un avanzado y audaz profesorado de futuro, de ideas innovadoras, de avance económico y social erradicando la idea de que se trata de repetir un poco mejor lo que se hizo en los anteriores gobiernos del FA.

No solo porque el mundo y el país cambiaron, sino porque el FA tiene que demostrar que cambió.

Es notorio que el FA tiene una debilidad al igual que todo el sistema político uruguayo, es el nivel de formación política, cultural, profesional de sus cuadros a todos los niveles y eso exige una atención muy especial. No se construye un país de primera, con una dirigencia que no estudia, no produce ideas, no es capaz de situarse al nivel necesario.

Hay generaciones nuevas de dirigentes con posibilidades de recambio generacional, y hay un capital fundamental: la democracia, la libertad, la decencia asumieron un valor multiplicado, una épica nueva y profunda en las convicciones de la gran mayoría del FA.

Hay materias pendientes: las estructuras del FA que en todo partido y frente, son importantes, les falta mucho para renovarse a la altura de estos tiempos, tanto en el funcionamiento, la participación, la comunicación, la formación y el control. Si, el control pegajoso de cualquier desviación a cualquier nivel.

En política hay un elemento clave, elegir claro las prioridades, no se puede hacer todo ni todo tiene que tener la misma importancia, así que lo voy a decir claro: mi prioridad es, mientras tenga fuerzas, hacer todo lo posible para que esta coalición multicolor no vuelva a gobernar, sería un grave retroceso para el país y para la mayoría de su gente.

Segundo, la única fuerza que puede cambiar esta situación, no solo ganando las elecciones, sino gobernando de manera muy diferente en todos los planos, es el FA y eso reclama abrir en serio y con convicción las puertas a otros sectores culturales y políticos progresistas. Y eso se necesita para ganar, pero sobre todo para gobernar un nuevo periodo histórico realmente de progreso, de avance de un nuevo modelo nacional, del que podamos sentirnos orgullosos, socialmente, generacionalmente, moralmente y democráticamente.

Por ello creo que sin perder la capacidad de opinar con toda libertad, de combatir la mentira y la deformación de la realidad por supuestas causas superiores, porque aprendí que eso lleva inexorablemente al fracaso y al desastre, estoy dando lo que puedo y lo seguiré haciendo para fortalecer una alternativa de izquierda, progresista naturalmente con el Frente Amplio, lo más amplio posible.