Me voy a permitir empezar este camino de historias de italianos por Uruguay, en un lugar muy cerquita: mi ciudad, mi familia. No es un italiano cualquiera, no queda más que de él el recuerdo de un viejo artículo de periódico, un montón de ladrillos levantando paredes que nadie sabe a ciencia cierta desde cuándo existe ni a quién pertenecieron, y una bolsa de tela de esas que ya no se usan. Un moranesi víctima del empobrecimiento de la región de Calabria debido a la apertura del Canal de Suez en 1869 que debió emigrar como otros tantos en busca de un futuro más alentador.

En palabras del periodista e historiador floridense Nelson Sica, para un artículo de Diario El Heraldo publicado en el año 1994 un "hombre afable y cariñoso pero muy serio y reservado". Desembarcó en Uruguay en el siglo XIX en Montevideo, para en el año 1981 radicarse ya en el departamento de Florida, en Estación Cardal, donde supo atender un comercio de ramos generales, y luego definitivamente en la ciudad misma de Florida. Con orgullo me refiero a mi tatarabuelo, Don Nicolás Failache. Nacido en el año 1891, bajo el nombre de Nicola, fruto del matrimonio entre Carmelo Failace y Angela Capobana. Casado con otra italiana: Vicenta Mastrangelo, originaria de Moliterna, Provincia de Basilicata, tuvo 9 hijos; de los cuales Félix Failache en su unión con Ludovica Carrero, trajo al mundo a Luz Divina, mi abuela paterna, conocida como Lilita, por quien supe parte de mis orígenes.

En 1913 funda el "Molino del Norte", en una enorme estructura, en la intersección de las calles Manuel Calleros y la actual Luis Batlle Berres (Ex Solís), en la manzana 154 de la ciudad. Una construcción, que según el primer plano de mensura registrado recién en el año 1946 consta de 1686 metros cuadrados edificados. Debió ser resistente al trepitar de las maquinarias, tan fuerte que hasta el día de hoy se mantiene en pie y resalta por su robustez. Nicolás se lució con este molino harinero a vapor, símbolo de la revolución industrial, y también la fidelería, que fue la primera de su género en nuestro medio. Según algunos relatos, es probable que en su fonda, negocio previo a la instauración del molino, donde frecuentaban Piedra y Villanueva, los dueños del Molino Compte (actualmente Cooperativa Molino Florida), haya hecho sus primeras armas como molinero. Además, versa un texto, que fue valorado por su brillante actuación en el comercio y la industria, cooperando con sus iniciativas en el desarrollo de esas ramas. Gracias a sus aptitudes, logró ocupar elevados puestos en diferentes círculos, como por ejemplo la dirección de la Sociedad Italiana de Florida.

El molino gozaba de prestigio, siendo galardonado en sendas exposiciones con medallas de oro y diplomas, según da testigo un anuncio publicitario del año 1925. Pero además, lo bueno de este tipo de emprendimientos, característico de muchos inmigrantes y a los que debemos estar agradecidos, es la oportunidad de inclusión y desarrollo familiar que permite. Don Nicola, supo estar acompañado de tres de sus hijos: Carmelo, el mayor, como comprador de insumos; Félix como encargado técnico y Vicente como vendedor, corredor y cobrador, de ahí el nombre de la firma "Nicolás Failache e Hijos". Ellos fueron quienes continuaron la actividad tras su retiro, hasta la clausura del molino. La maquinaria fue adquirida por la firma Caorsi de Durazno, un molino de cuya estructura sólo queda hoy la fachada con peligro de derrumbe y un sinfín de expedientes judiciales. Posteriormente, supo ser el local de una fábrica de cerámicas, muy recordada por los floridenses. Ya para el año 1950 el inmueble fue adquirido por un español del cual no se supo más y los derechos pasaron a manos del municipio mediante el mecanismo de la expropiación.

Se han presentado muchos proyectos para el sitio, pero aún ninguno ha proliferado. Al cumplir 90 años, se realizó una fiesta en la Asociación Rural de Florida, donde asistió casi la totalidad de su numerosa familia. Sus últimas tardes las supo pasar disfrutando el sol en la vereda de su casa o en frente, con su bastón, el diario en sus manos y su cajita de rapé. Mientras dormitaba algún amigo supo jugarle una broma, darle vuelta el diario, para que al despertar, sorprendido, expresara… "ma… caraco!". Falleció a la edad de 94, un 23 de abril de 1954, dejando tesoros escondidos. Entre ellos, una bolsa original de tela, empaque de 5kg de "harina especial para familias 000", obsequiada a mi madre por parte mi bisabuela Luz, nuera de Don Nicola.

La misma se conserva como si el tiempo por ella no hubiera transcurrido, vestigio de la calidad de los productos utilizados en esa época. Debo reconocer que muchas veces nos olvidamos de nuestro origen, de la importancia que cada uno de nuestros ascendientes tuvo en la vida cotidiana de su época, y he aquí un claro ejemplo de ello que deseaba compartir para sentir que Italia vive no sólo en Europa, sino en muchos rincones del mundo, en pequeños pueblos, con grandes incursiones que denotan una sangre hambrienta de crecimiento pero consciente que nada se consigue sin la debida dedicación.

Muchos podrán sentirse identificados, muchos deberán recordar de dónde vienen, y yo los invito de esta forma a buscar qué les ha dejado cada italiano en sus vidas, en sus pueblos o ciudades, para tener presente y valorar que la herencia material se destruye, pero lo aprendido y lo vivido, persiste mientras las historias sean compartidas.

por SILVINA LORIER