La huella arquitectónica de Italia en Colombia está plasmada en edificaciones como el Capitolio Nacional, sede del Congreso, el Teatro Colón, el más emblemático del país, y en iglesias y hasta puentes que son icónicos del país sudamericano. La lista de arquitectos e ingenieros de la Península es larga y la encabeza el maestro Pietro Cantini, uno de los encargados de la construcción del Capitolio Nacional, un edificio de estilo neoclásico que se empezó a edificar en 1847 a manos del antillano Thomas Reed.

Cantini también edificó el Teatro Colón, además del Templete de Simón Bolívar, el hospital San José y varias obras más que aún perviven en Bogotá y en poblaciones aledañas. Pero no fue el único, a su nombre también se suman otros compatriotas suyos como Domenico Parma, Vincenzo Nasi, Bruno Violi, Gaetano Lignarolo, Giovanni Buscaglione, Victor Morgante, Gaetano di Terlizzi, Angiolo Mazzoni Del Grande.

Al ingeniero Doménico Parma se le deben el edificio de Avianca, en pleno centro de la capital, y el conjunto de torres de Bavaria; mientras que el arquitecto Bruno Violi construyó el edificio del diario El Tiempo, y el actual Ministerio de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones. Otros como el arquitecto Giovanni Buscaglione construyó la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, de estilo gótico florentino, en tanto que el puente Pumarejo, durante años uno de los más largos del país y construido sobre el río Magdalena, fue diseñado por Riccardo Morandi.

Para Olimpia Niglio, profesora de historia de la arquitectura en la Pontificia Università Marianum y quien a lo largo de una década se ha encargado de trazar los pasos de sus compatriotas por la construcción del país, es evidente que los italianos "contribuyeron a construir el desarrollo del país" con sus obras. No solo eso, explicó la académica en diálogo con ANSA, también ayudaron en la enseñanza de técnicas y tecnologías que permitieron desarrollar la construcción en el país o por que hicieron parte de estudios de arquitectura u oficinas de ingenieros y le pusieron su sello a las obras que realizaron. Pese al aporte de los italianos, que incluso se remonta al siglo XVI con la construcción de las murallas de Cartagena que la Corona española le encargó a la familia de ingenieros militares italianos Antonelli, para Niglio la arquitectura colombiana actual es una muestra de "sincretismo cultural".

Lo es porque no solo se ha nutrido del legado europeo, sino que muchos de los grandes arquitectos e ingenieros locales marcharon por el mundo, trabajaron para grandes estudios y regresaron para construir obras de alcance mundial, pero con sello local. "Un ejemplo de esta sincretismo cultural es el caso Rogelio Salmona", citó Niglio, tras recordar que el arquitecto trabajó muchos años junto a Charles-Édouard Jeanneret-Gris, conocido como Le Corbusier. Salmona nació en París en 1929 y murió en 2007 en Bogotá, ciudad a la que marcó con sus edificios, torres y calles hechas en ladrillo, que durante años fue considerado un material innoble, lo que le ha dado ese aire de color anaranjado a sectores amplios de la capital.

"La arquitectura habla de un país cuando es parte de su imagen", está en diálogo con "los recursos del territorio y las necesidades de las comunidades" y posee "un valor social", enfatizó Niglio.