Por Esteban Valenti

Todas las fuerzas políticas en el mundo tienen planteada periódicamente la transición como uno de los procesos más complejos. Siempre fue así, pero ahora es mucho más difícil, por la velocidad de los cambios en el mundo, incluyendo en la política y todo agravado con la pandemia y el proceso posterior. En el caso del Uruguay y del Frente Amplio se suman nuevos problemas y exigencias. 

La transición es el proceso de cambios importantes en la dirección, en el liderazgo de un partido luego de haber culminado un determinado periodo estatutario o por agotamiento político.

El Frente Amplio está sumergido en ese proceso. Cada día es más claro que se trata de un cambio de cargos en la presidencia del Frente Amplio por razones estatutarias - se terminó el periodo de Javier Miranda - viene ahora un periodo de transición con la coordinación de Ricardo Ehrlich,  que culminará con las elecciones internas del mes de diciembre de este año, pandemia mediante.

La danza de nombres funciona desde hace muchos meses, y tiene un enlace directo, muy claro con las candidaturas a la presidencia de la república para el 2024. Todos lo asumen pero casi nadie lo dice.

En este proceso de designación de cargos, incluyendo los nombres del futuro plenario coincide con diversas circunstancias políticas: el FA pasó a la oposición luego de 15 años, fue derrotado; no ha realizado ni a nivel sectorial ni conjunto, un debate, una elaboración crítica a fondo y profunda sobre las causas de la derrota y más importante aún, sobre el futuro político, económico, social y cultural del país y las respuestas del Frente y su línea política; y lo último, el éxito con la recolección de las firmas en conjunto con un amplio espectro de sectores sociales contra los 135 artículos de la LUC. Es un paquete indivisible.

No es un tema referido solo al Frente Amplio, tiene que ver con el presente y el futuro de los uruguayos, de todos, los que lo voten o los que no lo hagan. Sigue siendo el principal partido político nacional y por lo tanto no se pueden abordar sus procesos como algo externo. Tiene directa relación con nuestra vida, con nuestros papas, nuestra tira de asado, nuestros salarios,  nuestra libertad y derechos y muchas otras cosas más inmateriales pero igualmente fundamentales

Yo al menos no puedo analizarlo como algo externo, ajeno, tiene que ver con 50 años de mi vida política, es decir con mi vida y lo que me queda de ella.

De aquí a diciembre no se producirá de ninguna manera el debate y el análisis que todos lo hemos reclamado al Frente Amplio, no por razones de la necesaria "autocrítica", como si se tratara de un rito, de una medicina obligatoria, sino porque es fundamental para que la izquierda uruguaya, una de las únicas que ha logrado la unidad, recupere impulso, fortaleza, levadura intelectual, iniciativa política y construya un Proyecto Nacional para estos tiempos y para el futuro. Una necesidad que no solo surge de oponerse el rumbo del centro derecha, o mejor dicho de la derecha con algo de centro que actualmente nos gobierna, sino para revitalizar las fuerzas renovadoras del país que tanta faltan nos hacen, no para ocupar nuevamente los sillones del poder, sino para emprender un nuevo y más potente ciclo de cambios nacionales.

La futura dirección del Frente Amplio tendrá entre su principal responsabilidad precisamente convocar a las fuerzas políticas, pero también culturales y sociales a debatir y a llegar a conclusiones, a propuestas, a nuevas ideas sobre todos los principales temas internacionales, regionales y nacionales, asumiendo como siempre la diversidad que existe y seguirá existiendo en el FA y en la sociedad uruguaya. Lo que está cada día más claro es que un nuevo ciclo de cambios reclama algo más amplio que el propio FA. Eso comenzaría en el 2022 y si se hace, llevará un buen tiempo y habrá que hacerlo en medio de la lucha política.

Si la futura dirección, la que se elija el FA en diciembre del 2021, se concentra en organizar una gran "plancha" general, a aquietar todas las aguas y a navegar hacia la elección de los futuros candidatos del 2024, servirá para bien poco, acentuará la crisis del FA. Los liderazgos, se forjan en la fragua de la lucha política e ideológica, con valentía y no agazapados en la mediocridad y la chatura. Siempre fue así.

Si otra de las "virtudes" requeridas para las nuevas autoridades es sepultar lo más hondo posible los errores, y sobre todo los horrores cometidos en los años de gobierno nacional y departamental y no mostrar la mínima sensibilidad con las heridas que ha quedado marcadas en el alma de miles de militantes y de ciudadanos, será otro fracaso asegurado. La referencia debe ser la gente, los uruguayos, el pueblo frenteamplista y no los pocos cientos o algunos miles de dirigentes de los diversos niveles.

¿El futuro presidente del FA debe ser la antesala del futuro candidato a presidente del Frente? Creo que sería un grave error, porque no tendría las mínimas condiciones para cumplir sus urgentes responsabilidades actuales, políticas, ideológicas, organizativas de comunicación nacional, frente a un gobierno que sin duda alguna tiene concentrada en la comunicación, en la aparición en los medios hasta el hartazgo, sus principales baterías. Hasta el ridículo de un ministro del interior que hace una conferencia de prensa porque una desaparecida-fugada a Córdoba emergió por si sola. Este es el gobierno más charlatán de la historia nacional. Y el Frente Amplio no debe proponerse competir en ese terreno - imposible - con esa locuacidad, pero no debe refugiarse en las quejas y los lamentos, debe trabajar duro y con mucha inteligencia. Y necesita coordinar y organizar sus voces y los medios de llegarle a la gente.

Pero sería un grave error circunscribir todo a la feroz campaña de comunicación del gobierno, hay que construir programa surgido de la experiencia de 15 años, de aciertos y errores, y sobre todo del país actual, hay que ampliar el cuadro social, hay que retomar la iniciativa en el interior, en el campo, en la zona metropolitana, en las áreas temáticas más desafiantes: el trabajo, la educación, la seguridad, la justicia social, la vivienda, la cultura, la innovación, la salud y en el soporte de todo eso: la economía-política.

Una nueva dirección del FA debe tener el coraje de cambiar al propio Frente Amplio, que ha quedado paralizado en el tiempo y en el espacio, congelado en sus equilibrios y en sus luchas de poder interno y esa es posiblemente una de las tareas más difíciles. Decenas y decenas de grupos, con sus bocas abiertas a la espera que les toque algo de poder e influencia y que no tienen ninguna justificación de existencia por diversidades políticas o ideológicas. La unidad también se defiende dándole el verdadero papel a la realidad, y no abriendo las porteras a todas las ambiciones.

Ya hay un dirigente recorriendo el país proclamando en Artigas que será futuro candidato a la presidencia de la república. A la cara de él por su capacidad de anticiparse a los hechos, pero transmite lo peor, que los cargos siguen siendo la clave, lo fundamental, lo que los mueve. Y poco más.

Después vienen las "novedades", es decir los reclamos de que independiente de capacidades, de experiencias, de posibilidades de confrontar con los adversarios, de encabezar un proceso tan complejo, los cargos deben cumplir con las nuevas tendencias en todo los sentidos; sexo, genero, generación, origen geográfico y todas las variantes posibles. Hoy en día es un debate obligatorio, pero como en todas las cosas de la política hay que saber elegir las prioridades, saber encontrar las combinaciones adecuadas sobre todo hombre-mujer, mujer-hombre, que son vitales, pero la clave sigue siendo disponer las mejores condiciones para esta compleja batalla política que la izquierda tiene por delante.

Hay otro rasgo que tiene un doble valor: la formación de cuadros. Si no hay una preocupación específica y especial, todo quedará aplastando por la experiencia de los que ya gobernaron y por lo tanto seguirá la misma noria de nombres; en segundo lugar porque crear un clima intelectual, crítico y compartido para, en contacto con la sociedad, con los intelectuales para darle la oportunidad a miles de personas que estudien, que aprendan, que enseñen, que oigan, que hablen, que se eleven cultural y políticamente debería ser una obligación permanente para la izquierda. Su fuerza principal siempre estará en el roce de las ideas y en su nivel cultural.

La transiciones políticas siempre estarán entre la renovación y la continuidad y el conservadurismo y entre las mil formas de encubrir estos últimos, porque si difícil ha sido la tarea de comenzar apenas a renovar la sociedad uruguaya, duro y difícil es renovar la propia fuerza política.