Esteban Valenti

por ESTEBAN VALENTI

Estamos asistiendo a una de las más trágicas manifestaciones desde la segunda guerra mundial, de lo que Hannah Arendt definió como la “banalidad del mal” y está en plena ejecución.

Comenzó con un ataque terrorista de la organización Hamas, con 1400 muertos israelíes y 240 secuestrados, y se despliega en toda su gravedad por la máquina completa del estado de Israel desde hace más de un mes, con más de 12.000 muertos, más de 4.500 de ellos niños, más de 3.000 mujeres y miles de desaparecidos. Y las cifras de víctimas en la franja de Gaza y en Cisjordania crecen día a día.

Esos muertos se producen porque miles de hombres y mujeres, desde las más altas jerarquías hasta los soldados enrolados del ejército de Israel y no solo su primer ministro Benjamín Netayahu, todos los días, uno detrás de otro, bombardean, saturan con tiros de artillería, avanzan entre las ruinas y completan la obra de asesinar masivamente.

Hay que lograr que esas miles de personas estén dispuestas a asesinar, a producir un genocidio sin ningún remordimiento de conciencia, simplemente porque la máquina burocrática, porque  sus jefes se lo ordenan. Cuando un tanquista desde la cómoda protección de 70 toneladas de acero dispara contra construcciones civiles, hospitales, mezquitas, escuelas, casas, sabe perfectamente cuáles serán los efectos. No solo por básicos conocimientos militares, sino por su propia historia como pueblo. Eso hicieron los nazis para exterminar, antes de trasladar a los supervivientes a los campos de exterminio, con las poblaciones civiles en la Europa ocupada y donde había importantes poblaciones judías. Lo saben, lo estudiaron, lo conocen, pero disparan y bombardean ferozmente.

La banalidad del mal es un concepto acuñado por la filósofa alemana y judía Hannah Arendt para describir cómo un sistema de poder político puede trivializar el exterminio de seres humanos cuando se realiza como un procedimiento burocrático ejecutado por funcionarios incapaces de pensar en las consecuencias éticas y morales de sus actos.

Hemos quedado atrapados por una gigantesca maquinaria de propaganda y de lobby en el concepto del antisemitismo. Criticar, enfrentar los crímenes del gobierno y de las tropas militares o de seguridad e inteligencia israelíes es siempre someterse a la acusación de antisemitas.

Hamas es una organización terrorista, pero deberíamos hacernos una pregunta: ¿Si los combatientes del Gueto de Varsovia hubieran logrado salir del cerco y penetrar en territorio ocupados por las tropas nazis, solo hubieran matado soldados?  Lo dudo y no por ello justifico los crímenes contra civiles cometidos por los incursores terroristas de Hamas.

La banalidad del mal no es solo de los gobernantes, de los jefes militares, de los soldados y aviadores israelíes, es de una parte mayoritaria, ampliamente mayoritaria de la población judía en Israel y en el mundo. Y el argumento principal al que recurren es precisamente el holocausto, la máxima expresión de la banalidad del mal. Ahora la aplican y la sufren ellos, porque es siempre una expresión de barbarie, de degradación humana. La peor. No de todos, es justo y necesario reconocerlo.

Conozco y conocí muchos o, creí conocer a muchos excelentes ciudadanos uruguayos y de otros países que justifican, apoyan, se baten a favor de esta masacre de seres humanos inocentes palestinos. Son parte inexorable de la banalidad del mal.

Las guerras son terribles por los muertos, los asesinados, en su mayoría civiles, por los heridos y desaparecidos, pero también y en especial por la banalidad del mal que transforma en asesinos burocráticos, religiosos, nacionales o ideológicos a miles de persobas. Es lo que ahora está sucediendo. Gente fanatizada que ayuda inconscientemente a Hamas y su plan de que la masacre de palestinos refuerce su causa en el mundo y en especial en el mundo árabe y musulmán. Ese es el corazón del plan de Hamas.

Se estableció un intercambio de rehenes de Hamas por prisioneros de Israel, y un alto el fuego de cinco días, y todos lo apoyamos y saludamos y muchos nos hacemos una pregunta, ¿Israel negocia con Hamas una organización terrorista a nivel de otro estado? Doble moral, doble discurso.

¿Quién era un mejor patriota, un hombre con visión de futuro en Israel, Isaac Rabín, o Bentamín Netayahu?

Rabín, un jefe de Estado Mayor de la Defensa en momentos muy delicados de la situación militar de Israel y que llegó a ser primer ministro, que inició un verdadero proceso de pacificación y negociación con los árabes y los palestinos, que culminaron en los acuerdos de Oslo y que un sábado 4 de noviembre de 1992 fue asesinado por un fanático israelí con el respaldo de los sectores más belicistas o es mejor Netanjahu seis veces primer ministro, con participación en unidades militares, que llegó a ser primer ministro seis veces, que al final de su penúltimo mandato fue acusado de muchos casos de corrupción. ? El 28 de enero de 2020, Netanyahu se convirtió en el único primer ministro de la historia de Israel que ha sido imputado durante su mandato, en concreto por fraude y abuso de poder en los casos 1000 y 2000 y por soborno, fraude y abuso de poder en el caso 4000.

Netanhayu es el resultado de un vuelco hacia la ultra derecha, sin límites y con vocación de genocidio por una parte de la población de Israel y que le perdona y le acepta sus corruptelas e inmoralidades. No es solo el primer ministro, que a veces por comodidad acusamos de todos los males, incluso de las más que sospechosas circunstancias de la ineficacia de la seguridad y las FF AA. de Israel en el ataque del Hamas el 7 de octubre, es una parte importante de la población judía que vive en Israel y en el exterior.

Son también ellos los que justifican todo, tratan de explicar todo, presionan en Montevideo para que no recibamos y no se pueda alojar el artista Roger Waters en nuestra ciudad porque discrepa con esta guerra genocida y mientras tanto ellos la justifican y se suman a la banalidad del mal y cuando visitó Montevideo Augusto Pinochet, no hicieron ningún lobby y presión para evitar su alojamiento en los hoteles.

Tengo o tenía buenos amigos judíos, que se han puesto feroces, que explican, justifican y apoyan el ataque y la masacre de Israel contra Gaza y Cisjordania y que tengo mis serias dudas de donde han situado sus límites. ¿10 muertos palestinos por cada muerto israelí? Y seguramente van a ver ampliamente superada esa proporción, porque decenas de miles de gazaties no tienen agua, no tienen combustibles, no tienen electricidad, no tienen comida y son 2.300.000 personas, encerradas, cercadas en un gigantesco campo de concentración.

Los judíos en todo el mundo saben perfectamente lo que es un campo de concentración o un gueto. ¿Cuál es la diferencia? ¿Que ahora los que están adentro de las alambradas son otros, son palestinos y ellos tripulan los tanques y los aviones?

Y siguen exigiendo que rechacemos al ataque terrorista de Hamas. Y la mayoría lo hemos hecho, pero no pueden pretender que nos transformemos en cómplices de un genocidio reconocido por organismos internacionales de todo tipo y que vemos impotentes todos los días a pesar del bloqueo informativo.

Hay una pregunta incómoda, pero la voy a hacer. ¿El pueblo elegido? ¿Elegido por quien, por el dios de todos los creyentes o el de ellos? Yo creo firmemente que no hay ningún pueblo elegido y que con nuestros defectos, características y virtudes somos todos seres humanos con tradiciones culturales y nacionales diferentes, pero no somos elegidos por nadie. Esa es una base para el apartheid.

La banalización del mal por una parte mayoritaria de la sociedad israelí y las comunidades judías, precisamente ellos que conocen perfectamente las consecuencias de esa barbarie como nadie, es un retroceso histórico irreparable.

Si siguen por este camino van a lograr el objetivo principal de Hamas, el aislamiento, y hasta el odio creciente de muchos millones de personas en todo el mundo. Y será otro gran retroceso de la humanidad, con un corrupto primer ministro aprovechando el terrorismo y tratando de salvarse de la cárcel a cualquier precio. Aún de esta horrenda banalidad del mal que transforma a hombres y mujeres en insensibles asesinos de niños, mujeres, hombres y algunos terroristas.