Un faro para la democracia.
Un ejemplo de política al servicio del pueblo.
El sueño de la integración latinoamericana. Esto representó para Sudamérica José "Pepe" Mujica, fallecido a los 89 años tras una larga lucha contra el cáncer de esófago.
Mientras el presidente uruguayo Ymandú Orsi ha declarado tres días de luto por su muerte, y líderes progresistas -desde el brasileño Lula hasta el colombiano Petro- recuerdan al ex guerrillero convertido en presidente como "un punto de referencia" y un "emblema progresista", miles de personas quisieron mostrar su cariño por "Pepe" saliendo a las calles para acompañar el féretro desde el Palacio Presidencial hasta el Parlamento, donde se realizará el velorio durante al menos 24 horas.
La cremación de Mujica está prevista para el jueves, y las cenizas serán trasladadas a su finca de Rincón del Cerro, junto a las de Manuela, su perra de tres patas, según sus últimos deseos. "Mi futuro está aquí, bajo esta roca. Cuando muera, me enterrarán aquí", dijo en una de sus últimas entrevistas el pasado diciembre, consciente de que ya no podía ganar su guerra contra el tumor, que avanzaba inexorablemente.
Como su humilde casa y el emblemático y destartalado Escarabajo en el que se desplazaba, Manuela, su fiel amiga sin pedigrí, que acompañó a Mujica y a su esposa Lucía Topolansky durante 22 años, fue un símbolo de la coherencia moral del líder del Movimiento de Participación Popular (MPP) y el Frente Amplio, considerado "el más pobre de los presidentes", quien donó gran parte de su salario a los más necesitados.
A los afectuosos mensajes de condolencias de jefes de Estado y de Gobierno latinoamericanos (entre ellos se destacó por su brevedad y frialdad el del ultraliberal argentino Milei) se sumaron notas de condolencias del gobierno chino, que llamó a Mujica "un buen amigo"; de Japón por su "contribución a la comunidad Nikkei", y del secretario general de la ONU, António Guterres, quien lo recordó "por su inquebrantable compromiso con la justicia social, la igualdad y la solidaridad, y por la forma profundamente humana en que encarnó estos valores".
El brasileño Lula, que tenía al ex revolucionario como un "punto de referencia" y lo había visitado en diciembre pasado, decretó tres días de luto y anunció su presencia en Montevideo para despedir al emblema de la izquierda, "un hombre mágico que pese a los momentos de oscuridad" durante los más de diez años que pasó en prisión durante la dictadura, "nunca mostró odio", como dice uno de sus biógrafos, Nicolás Trotta.