POR RENZO ROSSELLO Y ROSALÍA SOUZA 

Foto: Ricardo Figueredo

 

“Si el Partido Nacional gana las elecciones marchamos a caballo hacia la capital”. Se habían conocido en las marchas de Masoller, el evento que se celebra cada año para recordar las huestes del ejército saravista. “También participamos cuando se hizo la repatriación de los restos de Timoteo Aparicio y, desde entonces, nos encontramos en las marchas”, cuenta Pedro Santamarta (27), el jinete riverense que salió con sus tres caballos el 8 de febrero desde la ciudad de Rivera rumbo a la capital.

Pedro es técnico en gestión agropecuaria y ahora estudia logística agropecuaria. Aunque nació en Montevideo ha vivido desde su infancia en Rivera, primero en Vichadero y luego en la capital departamental, durante casi toda su vida. “Mi padre era militar así que teníamos que vivir donde le tocara estar destacado”, explica.

Trabaja en el campo y desde siempre ha sentido pasión por las tradiciones blancas. Salir a cabalgar es algo cotidiano para Pedro Santamarta, lo hace en cada jornada. Pero el viaje a la capital requiere un esfuerzo mayor, una prueba para él y para los animales.

 

La marcha a caballo empezó así, de boca en boca; más por un impulso de salir a campo abierto que una idea. O más bien en ese “boca a boca” virtual que son las redes sociales hoy en día. Hasta que algunos jinetes se lo comentaron al Eduardo “Vasco” Echevarne, un veterano en estas lides que organizó esa gran movida que terminó llamándose Marcha por Uruguay. 

El Vasco no es un recién llegado. Este conocido comunicador radial fue el organizador del evento conmemorativo de los 200 años de la Batalla de Las Piedras, también tuvo un lugar destacado en la organización de la conmemoración de los 500 años de la Conquista y es un habitual del Ruedo Criollo, uno de los festivales del caballo más grande y tradicional del interior. Pero el Vasco también es un allegado amigo de Luis Lacalle Pou. 

Y fue a él a quien llamó uno de los jinetes para preguntarle: “¿Podemos pasar por tu casa y nos quedamos a descansar?”. “Y yo les dije sí, pero mirá que vamos a ir y vamos a quedar como la gata Tobita, mirando la fiambrera, va a ser zona de exclusión con el traspaso de mando, el protocolo de seguridad que hay por los presidentes”, recuerda.

El sombrero de Lacalle y unos versos de payador argentino 

En 2011 el Vasco Echevarne estaba junto a un amigo argentino en la Patria Gaucha cuando Luis Lacalle Pou se acercó a saludarlo. “Me halagó mi sombrero y yo le dije que me lo había traído mi amigo desde Argentina”, cuenta el Vasco. El amigo, Roberto Esconjáuregui, le dijo que le traería uno de regalo. Y poco después le obsequió uno con unos versos propios: Con este humilde sombrero/ de marca Lagomarsino/ regalo de un Argentino/del pago de Baradero/que usted lo use yo espero/porque anda entre mucha gente/siempre noble y transparente/ creo que di con el talle/ buen amigo Luis Lacalle/ el futuro Presidente!!!!! 

 

Así que lo llamó al entonces presidente electo. Fue a fines de diciembre; el día del cambio de mando estaba lejos todavía. Echevarne le comentó la idea y Lacalle Pou le dijo que iba a pensarlo. “Me llama un día a las seis y media de la mañana, allá por diciembre y me dice: ‘Bueno, si vos te encargás, vamos para adelante’. Y ahí pasé a formar parte del equipo de protocolo del presidente electo, que somos cinco, y empezamos a trabajar con la anuencia de él”, cuenta el Vasco.

Y lo que nació como una idea en los “fogones” —que ahora iluminan tanto a la luz del fuego real como el de las pantallas de celulares— arrastra a dos millares de jinetes, hombres y mujeres, adultos y niños, a la capital. Esta es la caballería gaucha que escoltará al presidente Luis Lacalle Pou desde el Palacio de las Leyes hasta la antigua sede de la Casa de Gobierno en la Plaza Independencia.

 

Los jinetes que llegaron desde Rivera, Tacuarembó, Cerro Largo, Treinta y Tres, Lavalleja y de casi cada rincón de la patria profunda tomaron al viejo predio de la Rural del Prado como campamento general. Allí se reunieron ayer para montar la gigantesca parrilla de todos los jinetes del presidente.

Cabalgar desde Colonia con amigos

La última semana de febrero fue cálida pero no intensa, la temperatura fue suficiente para no pasar frío a la intemperie, el sol bastante amigo como para no sofocar a los jinetes que marcharon a caballo desde el departamento de Colonia a Montevideo. Juan Andrés Coutiño (42), de Ombúes de Lavalle, se enteró de que varios departamentos estaban organizando una cabalgata rumbo al 1° de marzo y juntó gente que conocía. A los que no tenían caballo, les prestó. Cada uno puso un poco de sí —corderos, chorizo, carne de vaca, fideos, arroz, verduras, grapa miel, agua y hielo, el tráiler, vehículo— y un cocinero amigo, Leandro, los acompañó con la camioneta cargada para que los caballos fueran livianos. Se vistieron como la tradición manda, cambiaron la boina por el sombrero de ala grande a fin de protegerse del sol y arrancaron el lunes 24.

Paso a paso: cómo será la ceremonia de asunción de Luis Lacalle Pou

 

El miércoles 26 los divisamos a lo lejos: en ese esplendor verde del campo coloniense, verlos aparecer por arriba de una lomada —ocho jinetes con dos caballos de tiro cada uno— impresionaba. Iban a tranco lento para no sobreexigir a los animales. Desviaban algún suelo menos firme y saludaban a lo lejos a un señor que levantaba las manos desde una casa verde y gritaba con una de esas expresiones tan camperas que solo se podrían representar con una interjección. Desde otra casa un ovejero alemán ladraba sin parar y algún que otro auto los celebraba con bocinazos. 

Rocío era la única mujer del grupo. Es de Cufré y para ella la marcha comenzó ese miércoles a las seis de la mañana cuando, acompañada por su pareja, se sumó a los que pasaban por Colonia Valdense.

 

Su motivación ha sido un amor que sintió desde siempre: “Los caballos son mi vida”. Una vez terminado el recorrido de ese día descansó sobre un pelego estirado bajo la sombra de un pino. Tiene 19 años y era tan chiquita cuando se subió a un caballo por primera vez que no tiene registro mental del momento. Lo de andar más de cien kilómetros no la asusta, ya tiene la experiencia de haber participado en la marcha de Masoller en Rivera. Además hace prueba de rienda —ese concurso donde el jinete debe demostrar la conexión con el animal—, vivió siempre en campaña y creció rodeada de los equinos de carrera de su padre. “Ellos son lo mejor del campo”, dice. 

Su trayecto de aproximadamente 40 kilómetros por día lo hicieron siempre por la mañana. A mediodía quedaban en algún establecimiento —previo acuerdo— que los recibía con la sombra de algún bosque, buenos pastizales para los caballos, agua limpia y un cielo estrellado bajo el que elegían dormir sin carpa alguna. Nunca faltó la parrilla sobre un fuego que, en manos expertas, se hacía en un abrir y cerrar de ojos. Leandro, el cocinero, hubiese querido hacer el recorrido montando, pero como sufre problemas de columna decidió acompañar a sus amigos desde la camioneta.

Para el campamento tenían un parlante grande desde el que sonaba folclore, y cada tarde, después del almuerzo, la siesta, un mate, alguna bebida, un truco y cuentos, “algunas mentiras”, bromea Leandro. “No se trata de lujos, sino de pasar a gusto, de mirar paisajes, de compartir con amigos”, agrega Juan Andrés, que tiene más de 20 marchas arriba.

Mario —17 años, lentes de ver ovalados, sombrero alado de cuero marrón— tiene suficiente vida en el campo como para haberse sumado solo al grupo. Levantaba las patas de sus animales porque le preocupaba que las herraduras —bastante nuevas— se hubiesen gastado demasiado por el bitumen. Las necesitaba sanas para las calles montevideanas.

El viajero solitario

Martín González (27) atendió el teléfono y de fondo se escuchaba el trote. “Vengo al tranco porque estoy por llegar al lugar donde voy a hacer mediodía”, comenta. En su caso viajó unos días en soledad para llegar desde Baygorria, una localidad en Durazno, a Flores, donde se sumó a un camión hacia Montevideo. Sus compañeras de viaje son dos yeguas que le prestaron en el establecimiento donde trabaja en Rincón de las Bolas; a una de ellas la conoce mejor porque fue él mismo que la domó.

A tener en cuenta antes de una marcha

“Para hacer una marcha hay que estar preparados, los caballos tienen que estar movidos, tienen que estar fuertes pero a la vez ser livianos y ágiles. No se puede hacer una maratón sin antes haber hecho la 5K, esto es así también”, resume el jinete Pedro Santamarta. 

 

La marcha a caballo exige tanto del jinete como del animal un aprestamiento que debe tomar en cuenta varias cosas. Desde la salud de los equinos, hasta las peculiaridades del terreno, los imprevistos ocasionados por la meteorología -tan cambiante en estos tiempos- todo pesa a la hora de salir a cabalgar. En el camino hay que cambiar de caballo cada unos 20 kilómetros y parar para que se refresquen. Los mismos jinetes tienen que aprovechar las pausas para hidratarse, ya que son muchas horas al sol las que pasan cabalgando. También hay consejo para quienes viajan en camión. Al respecto, José Irureta, uno de los organizadores que habló con Revista Domingo, explicó que es mejor que el piso se rellene con arena y que los animales vengan sin herrar, sino se enganchan y se lastiman.

“Siempre está bueno salir a conocer un poco los caminos y las estancias. Ayer llegué a un establecimiento y pedí para hacer mediodía —es costumbre que le den comida y quedada a uno, y lugar para los caballos—. Ahí estuve conversando con el encargado del establecimiento para ver en qué estancia se podía pasar la noche y me recomendó un lugar donde trabaja un conocido. Me encontré con una generosidad, un recibimiento bárbaro. El hombre no me conocía y no sabía que yo iba, pero llegué y fue solidario. Uno llega con los caballos bien cuidados, con un poco de humildad, de pedir con respeto, y no hay problema, en la mayoría de las estancias se da la quedada”, cuenta. 

De las charlas con esos anfitriones se llevó refranes: “No hay malo que no se amanse”, le dijo uno sobre un caballo arisco, y él, como domador, sabe que se aplica tanto al animal como a las personas. Entre esas paradas y la compañía de las yeguas, la soledad de la cabalgata no pesa. “Un auto te lleva a todos lados, pero el caballo está arraigado en uno desde chico, desde el acariciar el primer petiso que subiste cuando fuiste a la escuela ya viene ese amor por el caballo”.

Travesía en familia

De una manera u otra todos los que se sumaron a la marcha tienen la pasión por los caballos como impulso. Quieren, dicen, ser parte de algo que para ellos va a ser histórico, y si esa experiencia se puede compartir con los seres queridos, mejor. Esa es la historia de Virginia Fros, una política bayana que partió en el grupo riverense junto a sus hijos Catalina de 19 y Vicente de 13. “El caballo es independencia, felicidad, amor, historia. Mis hijos comparten conmigo el mismo amor. Mi idea siempre fue transmitirles lo lindo que es el paso, lo lindo que es el trote, el galope, el olor al caballo”. 

Ante un viaje tan largo de dos semanas y tan lejos del hogar hay que prepararse para que tanto grandes como chicos puedan sobrellevar el desafío. “Salimos con el apoyo de un camión donde van dos cocineros. El vehículo sirve también de dormitorio para el que necesite, porque es enorme; es también depósito de raciones, de todo lo que te imagines, de nuestros víveres. Aparte vienen autos que acompañan con tráilers con dos caballos, por si alguno se cansa. No todo el mundo tiene dos o tres caballos para la tirada esta, tratamos de compartir y que ninguno se quede sin hacer el tramo a caballo”.

Los desafíos del clima y la naturaleza siempre están a la orden, pero la única tormenta del trayecto los agarró por la madrugada cuando estaban —humanos y caballos— protegidos por techos y árboles. El otro susto fue un enjambre de abejas que los sorprendió y los hizo correr en la ruta hasta sentirse a salvo. Por lo demás, parte de los preparativos es tener la compañía de veterinarios, un estudiante de medicina y autos suficientes para salir a una emergencia. Las pocas adversidades se vieron recompensadas con un día de descanso a la orilla de un arroyo y con la sensación de llegar a la capital pisando fuerte arriba del caballo, llevando en alto una tradición campera que defienden desde siempre.

La rutina del camino

La rutina es, prácticamente, invariable. “Nos levantamos a las cinco menos cuarto, tomamos unos mates y a las seis y media ya nos ponemos en movimiento”, cuenta Pedro Santamarta, el jinete que partió de Rivera hace más de 20 días y llegó el jueves pasado a Montevideo.

El asunto del facón, una compleja negociación con el protocolo oficial

“Si hubiera venido (Donald) Trump la cuestión de la seguridad habría sido distinta”, comenta Eduardo “el Vasco” Echevarne. Uno de los problemas que debió negociar con el equipo de Protocolo de la Cancillería fue el uso del “facón” a la cintura. “Por suerte la delegación de Bolsonaro no puso problema con eso”, explica el Vasco.

Así como las labores del campo exigen de esa disciplina sostenida, una marcha requiere de lo mismo. Apenas despunta el amanecer los jinetes ya están en movimiento. Las primeras horas de la mañana suelen ser las más “productivas”; en los días de mucho calor la temperatura es aún soportable. Con el sol en su cenit durante el mediodía lo mejor es buscar el refugio de la sombra y algún lugar con agua para los caballos. 

“Por la mañana tratamos de hacer entre quince y veinte kilómetros y otro tanto por la tarde para promediar cuarenta kilómetros por día”, cuenta Santamarta al teléfono mientras cabalga en compañía de su amigo tacuaremboense.

Durante el camino, tanto Pedro como los otros jinetes que se han lanzado a la aventura en estos días han parado en aquellos establecimientos rurales que, generosamente, abrieron sus tranqueras. Allí repostan los caballos y pueden descansar durante algunas horas antes de retomar el camino. “En todos lados nos han recibido muy bien”, asegura Santamarta.

La mayor parte del camino la hicieron sobre la Ruta 5. En Durazno se les unió otro jinete amigo, Bernardo, que junto a Pedro y Juan continuó el camino hacia Montevideo. El jueves por la mañana ya habían llegado a Melilla; allí se quedarían en los campos de un conocido hasta hoy.

El sábado, los tres jinetes abandonaron por primera vez en muchos días a sus caballos. Fueron en la camioneta de su amigo montevideano hasta la Rural para participar del asado que los reunió a todos en la previa al gran día.

De todas partes

Algunos jinetes vienen desde mucho más lejos, aunque no cabalgando.

Walter Miranda vive desde hace 47 años en Nueva York, se fue a los 18 años a la Gran Manzana y reside allí con su esposa Edith, también uruguaya y amante de las tradiciones criollas.

Álvaro Maneiro tiene 56 años y vive desde hace muchos en España. Concretamente en Vigo, Galicia, con su esposa y dos hijos. Se fueron cuando se desató la crisis de 2002, hacía 15 años que no veía a su madre, a su hermana, sus sobrinos y los amigos que quedaron aquí. Álvaro trabaja en un astillero gallego, sus hijas ya cursan estudios universitarios. 

Tanto Walter como Álvaro volvieron a Uruguay ilusionados con la victoria del Partido Nacional y con el sueño de participar en la caballería gaucha.

Según contaron sus allegados, en los días previos los dos uruguayos residentes en el exterior preparaban su participación en la marcha con entusiasmo y emoción. Ambos se unieron a la cabalgata en la Rural del Prado, desde donde partieron con el grupo de jinetes Siete Cerros. Walter pasó la noche junto a sus compañeros de cabalgata en los fogones de la Rural. “Walter pasó la noche en el Prado porque ama el campo y lo añora dolorosamente”, contó su allegado.

Entre el 2 y el 4 de marzo emprenderán el regreso a Estados Unidos y a España. Pero esta vez se llevarán recuerdos imborrables de su estadía en el país.

Cargado de simbolismo.

 

La posibilidad de más de mil caballos desfilando detrás del presidente y sus invitados selectos lleva necesariamente a pensar en el mensaje simbólico respecto a la centralización histórica del país.

Y el caballo, en todo ese simbolismo, es para ellos la unión de todo el Uruguay. De eso está convencido Aníbal, uno de los mayores del grupo que partió desde Colonia. Aunque entre ellos casi no hablaban de política —es un tema que puede causar rispidez en cualquier grupo— con el domingo en el horizonte la marcha se impregnaba con los colores del Partido Nacional. Aníbal (61) explicó que para algunos es política y para otros es defender la tradición. “Es un compromiso de ida y vuelta: apoyamos al gobierno pero a la vez comunicamos la fuerza que tiene el interior, que no se olviden que también existe”. 

Si se cumple lo que esperan los jinetes, hoy 1 de marzo de 2020 la asunción de Luis Lacalle Pou estará acompañada por algo que los paisanos llaman “una cabalgata histórica”. Si se cumple lo esperado, hoy 1 de marzo de 2020 miles de hombres, mujeres, niños y niñas de todas partes del país rodearán el Palacio Legislativo a caballo. Lo harán en forma de herradura y esperarán a que comience la marcha de políticos, monarcas, presidentes y diplomáticos para luego, detrás de las banderas y de la Virgen de los Treinta y Tres Orientales, esa que llevan año a año en la Patria Gaucha, ir ellos también.

“Es la primera vez que el pueblo está del lado de adentro de las vallas”, destaca Daniel Saravia, que vino desde el departamento de Treinta y Tres, en camiones, con un grupo y sus caballos. Pero la marcha no comenzó ahí, entre las vallas, ni en la Rural del Prado donde ayer comieron cordero con Luis Lacalle Pou. Tampoco comenzó en las chacras cercanas donde acamparon la noche anterior.

Esta historia, esta cabalgata no empezó en la primera semana de febrero en la que partieron los primeros paisanos desde Rivera.

Es anterior también al boca a boca de cada rincón del país que se propulsó por la vorágine de las redes sociales.

Empezó, quizá, en aquellas palabras de Santamarta y su amigo por el año 2008 sobre una marcha a caballo si ganaba el Partido Nacional. La promesa se cumplió.

La seguridad, sanidad y apoyo logístico a la cabalgata

Hoy a las 5.30 se prendieron los fogones en la Rural del Prado. Los cocineros se encargaron de aprontar 1.000 galletas de campaña para los jinetes. En los alrededores del Palacio Legislativo se colocaron varios puestos de hidratación y baños químicos para los participantes de la marcha. Alrededor de estos y en todo el evento de asunción del presidente participarán unos 1.500 efectivos policiales en la seguridad. El predio de la Rural cuenta con un dispositivo interno y externo de seguridad. Junto a la marcha irán dos ambulancias, un equipo de veterinarios y vehículo con tráiler para caballos.  

ENZO ROSSELLO Y ROSALÍA SOUZA 

(EL PAIS)