Por Esteban Valenti

Esta pregunta tan retórica y común, ahora tiene otra frecuencia y otro significado. Cuando te la hacen al regresar de las vacaciones o cuando hace tiempo que no ves una persona, es porque quiere saber varias cosas y les interesa contarte otras tantas.

 

¿Cómo te va con la pandemia, a ti y a los tuyos? Antes de diciembre del 2020 ni siquiera estaba entre las posibilidades, era tan bajo el porcentaje de contagiados por el virus que no entraba en las conversaciones diarias, mirábamos con asombro lo que les sucedía en otros países.​ Ahora hay que relatar los parientes, amigos etc. tuvieron o tienen coronavirus, se están hisopando y como le fue con la peste. Y nosotros que estábamos bastante bien, ya tenemos varios hisopados en estos días y dos contagiadas, una aquí y otra en los EE.UU. Luego obligatoriamente hay que escuchar el relato de la otra parte, incluso porque al fin de cuentas además del aspecto humano, interesa conocer la pandemia con nombre y apellido.

 

El​ cobicho​ nos cambió el pasado inmediato, el presente y el futuro y esto se ve reflejado en las conversaciones personales o por cualquier otro medio, telefónico o electrónico. Y así me enteré de varios amigos que padecieron o padecen la enfermedad y algunos que hace varias semanas se están recuperando de sus secuelas.

 

En realidad sobre el covid-19​ no sabés como contestar ¿Te va bien o te va mal? Es a criterio de cada uno, porque la variedad de situaciones es infinita. Y lo que cada uno puede relatar y asumir de inmediato es si la peste lo atacó o no. Lo demás es un balance del entorno muy complejo.

 

Después en la pregunta se incluye lo tradicional: ¿Cómo estás en general de la salud? Pero también en este caso tiene un significado diferente, porque mucha gente ha visto postergado por un buen tiempo sus tratamientos y sus problemillas menores, medios o mayores. La pandemia ocupa el centro de la atención y los cuidados médicos.

 

Pero la pregunta no es solo sobre enfermedades, es sobre impactos, sobre cómo te atropelló la pandemia en tu empleo, en tu empresita, en tu comercio, en los de los tuyos. Antes también podía incluirse este aspecto, pero de una manera totalmente diferente. Es que la enfermedad, la más grave epidemia que hayan enfrentado las generaciones vivas le ha dado a todas las cosas una dimensión diferente. Si antes las seguridades y certezas siempre había que reafirmarlas, ahora son una lotería.

 

¿Cuánta gente que conozco perdió su empleo, está tratando de salvar su empresita o incluso su prospera empresa anterior y está acumulando miedos, preocupaciones, deudas e incertidumbres? El tema predominante no son las responsabilidades políticas, eso pasó a un segundo plano pero hay mucha gente que nunca pensó que terminaría en una olla popular, pidiendo prestado algo para llegar a fin de mes y sin saber cómo afrontar el siguiente.

 

No da ganas de relatar esas cosas, porque deprimen, pero existen, nos pasan por el costado, por al lado, todos los días. De desconocidos y de gente que conocemos perfectamente.

 

Y ese es otro ¿Cómo estás? El del estado de ánimo, el de las ganas de pelearla, el de los cálculos nocturnos, diurnos y a toda hora sobre cómo salir adelante, en lo personal, en lo familiar. Esas dimensiones donde las estadísticas no valen nada.

 

Eso golpea el estado de ánimo personal de mucha gente pero influye en la situación colectiva. Y mucho tiene que ver con el tiempo, con los plazos, con los planes. Y de la suma de los planes personales está construida la marcha de un país.

 

El tiempo en este momento tiene otro valor, para los que curan y están en la primera línea todos los días, para los que investigan, los que asesoran y lo hacen con generosidad, empeño y honorariamente, los que paran la olla todos los días, los que no saben si abrir o no las puertas de los boliches, de los ómnibus, de tantos lugares diferentes. Se vive hablando de vacunas y está muy bien y saber al menos a quienes le compraremos, cuanto gastaremos es importante, pero la inmensa mayoría de la gente quiere saber cuándo se comenzará a vacunar y sobre todo cuando comenzará a hacer efecto fuerte, concreto, cuando bajarán los contagios las muertes y se aproximará la posibilidad de reconstruir, de comenzar con la nueva situación. El tiempo es vital. Porque en definitiva se trata de cuando recuperaremos plenamente nuestras vidas, aún con todas sus heridas.

 

Y las heridas son también en la salud mental de mucha gente, de nosotros y no solo de ellos. A cierta altura de nuestras vidas, al final, cuando estamos más cerca del arpa o el tridente que de la guitarra nos encontramos con este drama que coloca la vulnerabilidad del ser humano y su muerte en el orden del día de una manera prepotente, no nos deja indiferentes. Nos afecta, no podemos contestar que estamos bien.

 

En realidad ahora, son contados con los dedos de pocas manos a los que le va bien, nos va mal a la mayoría, algunos les va peor y tendremos que hacer esfuerzos organizados y sensibles para salir juntos. El sálvese quien pueda es una enorme mezquindad.

 

Salir juntos no quiere decir salir callados, tragarse las opiniones para no incomodar a las focas de diferentes colores, quiere decir asumir las diferencias y el debate en una nueva dimensión más humanista y más rigurosa.