La nueva generación Toso se agrandó en Italia, y en Sestri Levante – Génova, nació un niño llamado Juan Vicente. Este pequeño, luego de sobrevivir a una dura enfermedad, y gracias al cuidado intensivo de sus hermanas mayores, con unos 9 años viajó a Uruguay junto a su familia, para escribir un nuevo capítulo de la historia...Atrapó a otra familia italiana a su paso, los Buongiorno Ratto y los llevó a la zona donde vivían los Toso-Baceda.José Buongiorno, de Salerno, casado con la uruguaya de origen italiano, María Ratto, dieron vida recién entrado el año 1941, a Héctor, que sin mayores explicaciones más que el destino, hoy y desde hace casi 50 años, es el esposo de Alicia Toso...La vida, el trabajo, las obligaciones, le impidieron tomarse un avión, y pisar la montaña o bañarse en el Mediterráneo. ..

DI SILVINA LORIER

Como el amor, la flor de las nieves, espera en algún sitio recóndito que alguien la descubra y la lleve a casa. Su belleza no alcanza para cautivar, requiere de fortaleza y resistencia para sobrevivir, porque no es fácil encontrarla, como tampoco es fácil encontrar un amor que valga la pena. Dicen que los hombres enamorados subían a las montañas para entregar a su amada este símbolo envuelto en leyendas, pero más que eso, la Stella Alpina, es sinónimo de amor verdadero y eterno, capaz de soportarlo todo. Ambos, flor silvestre y sentimiento, en peligro de extinción. Para los que no la conocen, se las presento, se llama Edelweiss. Ha sido testigo silencioso de una historia familiar que conjuga cuatro regiones distintas de Italia en una única ciudad de un paisito del Sur de América. Trentino-Alto Adige, Piemonte, Liguria y Campania: este espíritu mítico, como el viento  del valle del Cavedine, recorrió el norte italiano, y se fue templando hacia el Mediterráneo, y como si no le bastara esa distancia, se dejó llevar por las corrientes del océano, de norte a sur otra vez, para desembarcar en playas de un nuevo mundo.

Cavedine

Esta es la historia de Alicia Toso Baceda, uruguaya de nacimiento, italiana de corazón. 

Hace más de un siglo, un tal Domingo Toso, a quien Orazio Araujo Villagrán en su libro Gli Italiani nell’Uruguay del año 1920, describiera como un hombre progresista y emprendedor, arribó a Uruguay para iniciar una carrera sobresaliente, gracias a su gran fuerza de voluntad y habilidades comerciales. Desempeñose en la industria del café, estableciendo junto a su hermano Bartolomé, un negocio nacido bajo el nombre “La Fama”, premiado y reconocido por la calidad y pureza de sus productos. Café va, café viene, aparece en la vuelta, la señorita Adelaida Viglino, connacional oriunda de Mondovi, Cúneo, con quien viene a formar una familia italo-uruguaya. Fruto de ese amor, nacen por estas tierras Rosita y Angelita Toso. Pero hay otro amor tan fuerte que no mueve montañas pero las atraviesa, y  es aquél por la patria, que llevó al abuelo paterno de Alicia a volver a Italia, donde poco tiempo después, con arrojo y valentía, defendió en el Regimiento de Infantería Nº59 su patriotismo durante la Primer Guerra Mundial. La nueva generación Toso se agrandó en Italia, y en Sestri Levante – Génova, nació un niño llamado Juan Vicente. Este pequeño, luego de sobrevivir a una dura enfermedad, y gracias al cuidado intensivo de sus hermanas mayores, con unos 9 años viajó a Uruguay junto a su familia, para escribir un nuevo capítulo de la historia. 

Aquél viejo café, se convirtió en almacén y se rebautizó “La Revancha”, se localizó en la calle Joaquín Requena al 2273, y lo que otrora fuera Domingo Toso y Hermano, se volvió Domingo Toso e Hijos. La familia estaba dividida, algunos en Italia, otros en Uruguay. Como las corrientes van y vienen, estos italianos también regresaron una vez más al continente europeo. Juan Vicente, papá de Alicia, que había empezado a desempolvar su niñez a la uruguaya, debió enfrentarse a la difícil tarea de seguir creciendo lejos de sus amigos y vecinos. Tanto extrañaba que se plantó ante sus padres bajo amenaza de volver solo a cruzar el océano Atlántico. Por fortuna, su deseo se concretó y Juan Vicente se hizo hombre en Uruguay junto a sus padres.

La Revancha

Ahora bien, para que Alicia Toso Baceda, tuviera lugar en esta historia, debió ocurrir la magia de Edelweiss, que vino desde las montañas trentinas, de la mano de Alice Pedrotti y su esposo Carlos Baceda. Carlos pudo haber hecho su vida en Minas Gerais, Brasil, pero la diferencia climática con su región natal, lo devolvió a las cercanías de las flores del amor, y como otros de sus hermanos, vino a probar suerte a la “prometedora” tierra americana. En el año 1931, desembarcó su esposa, junto a sus cuatro hijos. La mayor, Marcelina, y los pequeños Bruno, Ezio e Ivo. Un viaje cargado de valentía, que merece reconocimiento a una madre particular, que gracias a la colaboración de sus hijos en la cocina del barco, se deleitaba con un “cafecito” Una mujer completa, como las de antes, que sabía cocinar, coser, bordar, que había perdido a su progenitora durante la gripe española, pero que con ahínco salió adelante conservando un carácter feliz y alegre, la fortaleza vestida de belleza como la flor que trajo consigo. La segunda al mando en el clan era Marcelina, una segunda mamá para los pequeños, que crecieron en la zona del Cerrito de la Victoria. Esta jovencita, que estudió becada en el Colegio Clara Jackson de Heber y como tal entraba por una puerta “aparte”, después de aprender el idioma español, continuó en la escuela pública uruguaya y siguiendo un don hereditario, supo estudiar corte y confección; que agregó a su basta experiencia de saberes domésticos. Una niña revoltosa que jugaba en la nieve italiana y se distraía en paseos escolares charlando con sus compañeras, que aprendió a ser mamá antes de serlo, pero que disfrutó de la juventud con amigos, cierto día se mudó junto a su papás muy cerquita de la familia Toso, y del café, donde un muchacho que conocía muy bien la zona, la conquistó.

Edelweiss
Marcelina y Juan Vicente

El 7 de abril de 1945, los padres de Alicia, Marcelina y Juan Vicente, contrajeron matrimonio, y al año siguiente, nació Ana María, su hermana mayor. La cultura del estudio, del trabajo y del sacrificio se transmitió a esta nueva generación Toso-Baceda, pero un poco alejada de las costumbres italianas y de las colectividades. Poco a poco, el idioma se perdió, y sólo lograron mantener la conexión con la tierra los adultos mayores, como la abuela Alice, que cantaba mucho en italiano y que además conquistaba con su arte culinario. Las chicas crecieron bajo libertad controlada por costumbres y normas católicas, pero lejos de las tradiciones tanas. Alicia, reconoce con dolor esa falta de lazos con la tierra a través de las instituciones que tanto se esmeran por mantenerlas, pero nunca nadie le quitó el amor por Italia que corre por sus venas, ese sentimiento fuerte que supone viene de la misma sangre. Siempre se sintió atrapada por la música italiana y algunos sabores que vinieron de aquellas tierras.

 

El perfume de la flor seguía recorriendo Montevideo, y no descansaba. Atrapó a otra familia italiana a su paso, los Buongiorno Ratto y los llevó a la zona donde vivían los Toso-Baceda.José Buongiorno, de Salerno, casado con la uruguaya de origen italiano, María Ratto, dieron vida recién entrado el año 1941, a Héctor, que sin mayores explicaciones más que el destino, hoy y desde hace casi 50 años, es el esposo de Alicia Toso.

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Jose Buongiorno Capano

Héctor, hijo de un italiano cuya llegada a Uruguay data de 1913, creció entre italianos, porque convivía con sus abuelos, algunos tíos de los seis que tenía, y otros primos. Don José, que había llegado con cuatro añitos, en un plan muy arriesgado por salir adelante, supo trabajar día y noche junto a su papá, como zapatero, en condiciones muy humildes. Algo que Héctor heredó y mucho, y es el concepto de sacrificio, el culto al trabajo, y la rigidez de la educación respecto a ello. De dónde vienen nuestros antepasados, y cómo sobrevivieron a su época, explica lo que nos transmitieron o lo que nos prohibieron a nosotros sus descendientes. El valor de la familia, dejar todo, pasar necesidades, la lucha, el acompañamiento, la crianza de los niños, son cuestiones que merecen reconocimiento, y he aquí el motivo por el cual Alicia ha decidido compartir su historia, por la conmoción que en ella genera revivir la historia familiar y lo que trae consigo esta en particular.

Hoy hay cuatro niñas, Julia, María Pía y las gemelas Amanda y Eugenia, que visitan a su abuela y la llenan de felicidad, y pienso que pronto se darán cuenta de dónde vienen. Porque Alicia, guarda muchos recuerdos intangibles que dejo asentados en esta nota, pero muchos también que son objetos dignos de un museo. Las fotos de abuelos de principios de siglo pasado, las postales antiquísimas recibidas desde Italia, documentos legales como libreta de conformación familiar y pasaportes, cuadernos escolares de la escuela italiana de su papá, un libro escolar de su abuela Alice al culminar el internado atendido por monjas alemanas al que concurrió durante la guerra, y que data del año 1917, donde sus compañeras le dedicaban mensajes y poemas; fotos del antiguo café de su abuelo paterno, comprobantes del comercio, y el objeto más valioso que descubrí: una flor seca de Edelweiss, que claramente está tan llena de vida como cuando fue tomada de la montaña.

Cuadernos escolares

Entre las cosas que no están, figuran más charlas con su papá y su mamá, más diálogos distendidos para escuchar más historias, para conocer más sobre sus experiencias y sensaciones, sobre la experiencia que les dejó el viaje a Italia que hicieron junto a su hermana Ana María y del cual Alicia quedó con dudas y sentimientos encontrados. Tampoco está el idioma en la vida cotidiana de Alicia, porque no se pudo aprender a tiempo y porque cuando hubo tiempo ya se hacía dificultoso aprenderlo. Y queda en el tintero también un viaje a la tierra donde nació la magia de esta historia. La vida, el trabajo, las obligaciones, le impidieron tomarse un avión, y pisar la montaña o bañarse en el Mediterráneo. Por eso hoy, a través de las redes sociales y grupos de descendientes que comparten historias similares y del vínculo con familiares cuyos contacto generó su hija Marianna cuando recorrió el país de la bota en el año 2014, busca reivindicar esa falta. En esa visita, Marianna, se vio envuelta por una sensación extraña, como si una parte de ella perteneciera a ese lugar. Y así es, en la tierra de su abuelo, de donde venían historias que parecían sacadas de un cuento, había evidencia viva de dichos sucesos: Güido y Antonello, sobrinos de su abuelo, que la recibieron afectuosamente y les presentaron el resto de la familia, para hacerlos sentir como en casa. Es que aquí y allá, todos somos un poco italianos. Por los que se embarcaron en un barco y cambiaron el rumbo de sus vidas, por los que volvieron pero nunca nos dejaron, por los que nacimos aquí pero nos sentimos de allá, por todos, no olvidemos nunca nuestro origen, y mantengamos como Alicia, la flor con vida más allá de donde crecieron sus raíces.

Carlos Baceda y Alice Pedrotti