MONTEVIDEO (Gente d'Italia/Matteo Forciniti) - El escándalo de Aldo Lamorte que sigue impune no es sólo un asunto italiano. Es también y sobre todo un tema que involucra a Uruguay dado que el protagonista de este sórdido asunto gana dinero con la imagen de la comunidad en la búsqueda constante de un beneficio personal en su país, que de por sí es muy discutible, muy ambiguo.

Lo importante, nos enseña Lamorte, es mantener siempre el asiento aunque sea a costa de navegar contra el viento entre dos países, pasando según conveniencia de la Maie (Movimiento Asociativo de italianos en el extranjero) en el Partido Nacional.

Además de dirigir los Comités de Montevideo y representar a Uruguay en los Cgie (Consejo General de los Italianos en el Extranjero), Lamorte ha estado pasando el rato por más de veinte años en la política uruguaya sin haber logrado nunca nada relevante con su diminuto partido: la Unión Cívica inspirado en valores democráticos y cristianos y hoy tiene un acuerdo con el Partido Nacional, fuerza del gobierno. A fuerza de su paquete de votos llevado a la coalición de centro-derecha, al buen Aldo en todos estos años se le ha dado un escaño en el Parlamento, pero entrando solo por la puerta secundaria como "suplente", categoría especial que existe en Uruguay para facilitar la participación de representantes del interior permitiendo una especie de rotación.

En la presente legislatura, a partir de febrero de 2020, el arquitecto también supo encontrar tiempo para dedicarse a la actividad  parlamentaria de su país sin vergüenza alguna: 17 veces participó en Plenos -14 veces en la Cámara y 3 en el Senado- a los que hay que sumar las 3 asistencias en las comisiones y también un proyecto de ley presentado.

Tal como lo establece el artículo 5 del Reglamento de la Cámara de Diputados, el suplente en el cargo está sujeto a las mismas limitaciones que se aplican al titular del puesto y que están claramente definidas del artículo 115 de la Constitución que traducimos: "Cada Cámara puede corregir a cualquiera de sus miembros por desorden de conducta en el ejercicio de sus funciones y hasta la suspensión en el ejercicio de las mismas, con las dos terceras partes de los votos del total de sus miembros”. "Un suplente" -nos dice todavía la Constitución- "también puede ser removido por actos de conducta que lo harían indigno de su cargo después de su proclamación y bastará el voto de la mayoría de los presentes”. Entonces, ¿qué es un comportamiento más indigno que el que hizo Lamorte cuando fue atrapado en el acto del crimen?

El político uruguayo se filmó votando con el sobre electoral de otra persona para las elecciones italianas, teniendo muy en cuenta el principio universal que establece que el voto es libre, personal y secreto.

Si bien en Uruguay no existe el voto por correo (gracias a lo contrario del mismo tema, muestra de coherencia), este principio de secreto del voto es plenamente válido y no conoce fronteras. La prueba de la conducta indigna del diputada ya está ahí gracias al video que hemos publicado. En primer lugar, es una cuestión de ética pública que va más allá de la intervención de la justicia de otra nación.

Sin duda, el Partido Nacional tiene hoy otros problemas de los que preocuparse con varios escándalos que minan la credibilidad del gobierno. Sin embargo, el silencio sobre el caso Lamorte es vergonzoso y merece ser denunciado en igual medida que el silencio cómplice de Maie. El silencio de estos dos partidos nos enseña que la política a veces está dispuesta a aceptarlo todo para hacerse con unos cuantos votos aunque sea a costa de quedar mal.

Finalmente, entre los bochornosos silencios a denunciar en Uruguay, está el de Jutep, la Junta de Transparencia y Ética Pública: el organismo que debería defender la transparencia y combatir la corrupción ha vuelto a perder la lógica partidaria.