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POR STEFANO CASINI

Más allá de los merecimientos y las polémicas, más allá de un contexto mundial donde Irán se lleva los chiflidos por ejecutar a un jugador de fútbol profesional que defendió a una mujer asesinada por llevar mal el velo, Qatar 2022, dejó muchos mensajes al planeta. 

Por una parte fue organizado por un país casi desconocido, a pesar que es el cuarto país más rico del globo, que invirtió casi 5 PBI uruguayos (más de 220.000 millones de dólares) para construir una infraestructura faraónica pagada con sus petro-dólares, que hoy ya no sirve para. 

En 2010, cuando se compró definitivamente la candidatura de Qatar, las coimas para Blatter, Grondona, Platini y Cia, los fraudes y los colosales sobre precios, el país tenía 1.8 millones de habitantes, de los cuales, más de la mitad qataríes, uno de los afortunados pueblos que, por el mero hecho de tener origen qatarí, tienen derecho a una renta básica de USD 3000 x mes. 

Hasta la semana pasada, la población dentro del territorio, superaba los 3,3 millones y, se calcula, que, dentro de pocos meses, volverá a tener unos 2 millones. La diferencia fueron los obreros contratados para la mega obra, por sueldos de hambre, cama y comida que, por millones, desfilaron por las oficinas de trabajo del emirato. Por una ley del país, que se aplica en otros países islámicos, una vez que se concede un contrato de trabajo, se le retira al funcionario, la documentación para salir del país. Está obligado a aceptar todas las leyes y costumbres. 

Los números fueron espeluznantes: se calcula que casi 7000 obreros murieron en accidentes de trabajo desde 2011 a la fecha y unos miles más por otras razones sanitarias o enfermedades comunes.

Pero pasemos al sentido de esta reflexión compartida. Con la merecida consagración argentina, surgieron demasiados anécdotas por parte de algunos jugadores sobre la conducta moral y el sentido del deporte. El infractor de conducta más evidente fue el extraordinario arquero Dibu Martínez, héroe de la final atajando un penal fundamental. Sabemos que, la mayor parte de los jugadores de fútbol, no tuvo acceso a una educación siquiera básica, lo que empujó al arquero argentino a degradar el espíritu deportivo más de una vez. Primero, cuando recibió el premio a mejor arquero del mundial poniéndolo como símbolo fálico sobre sus genitales y luego, cuando en una entrevista, declaró que el jugador francés que erró una pena máxima "se cagó todo!". También fueron criticadas muchas otras acciones descorteses o directamente insultantes, realizadas por otros jugadores que le tomaron el pelo (aúnque no tenga mucho) al actual jugador mejor pagado del planeta y ex Mundialista 2018 Mbappé, quien anotó los 3 goles de su selección en la final más disputada de la historia. Hasta llegaron sendas protestas por el cuerpo técnico francés, del mismo Presidente Macrón y la Ministro de Deportes.

EL SÍMBOLO FÁLICO - Hay gestos y gestos e indudablemente, el que hizo el golero Martínez cuando el Emir le entrregó la mano de oro, fue catastrófico, infantil pero, sobre todo, insultante. ¿Un gesto así, es de macho? Esa es la respuesta que deberíamos escuchar  de la boca del proprio actor. 

Se puede comprender todo, festejar un merecido triunfo en la cancha, máxime cuando la selección albi-celeste, fue reconocida como justa campeona por todos, también los mismos franceses! No quiero olvidar un anécdota que me sorprendió mucho. En el entretiempo, en un video realizado en el vestuario de Francia, se ve claramente Mbappé arengando con vehemencia a sus compañeros, gritándole para estimularlos. En un cierto momento, entró al vestuario el DT, ex Capitán del Campeón Mundial 1998 Didier Deschamps y dijo una frase concluyente: "Muchachos, la única diferencia entre Argentina y Francia es que ellos vinieron acá a jugar una final para ganarla, nosotros no!"

Pero, esto tampoco es "de macho", sino de deportistas.

Conclusión: en el fútbol, no solamente cambiaron las reglas de juego, sino también la ética profesional.

STEFANO CASINI