Un centenar de mujeres se sumaron a las filas del ejército ucraniano para defender Mariupol hasta el final de la invasión rusa.
Permanecieron entre quienes no abandonaron la ciudad, bajo el asedio ruso, según la periodista Tetyana Danylenko.
Entre ellas también se encontraba la sargento mayor Olena Kushnir, médica de la Guardia Nacional, fallecida en los últimos enfrentamientos.
Kushnir había logrado evacuar a su pequeño hijo en los últimos días.
En los primeros días de la guerra había perdido a su marido.
En marzo hizo un video en el que testimoniaba el martirio de la ciudad y pedía ayuda a Occidente.
"No me tengan lástima, soy médica, luchadora, soy ucraniana, cumplo con mi deber", decía.
La cantidad de mujeres en el Ejército ucraniano no para de crecer. Y no sólo por la última invasión de Vladímir Putin.
Fue en 2014, con la anexión ilegal de Crimea por parte de Rusia cuando cada vez más mujeres ucranianas comenzaron a alistarse en el Ejército.
Un año antes, en 2013, miles de ellas se manifestaron en la Maidán, la plaza de la Independencia de Kiev, protagonizando la Revolución de la Dignidad, que provocó el derrocamiento del entonces presidente Viktor Yanukovych.
Este fue el germen que impulsó el papel de la mujer soldado.
La invasión rusa, sin embargo, generó que las cifras de mujeres que se alistan en el Ejército se disparen desde 2014.
Desde entonces, las cifras no han hecho más que aumentar y ya son más de 57.000 las mujeres que alistaron a las Fuerzas Armadas ucranianas, casi una cuarta parte del total, según cifras del ministerio de Defensa.
Los números están muy por encima de países como Estados Unidos, donde el 16% de la fuerza está representada por mujeres, o el de Rusia, donde sólo llegan al 4%.
En 2014 las mujeres estuvieron en primera línea de batalla y combatieron en la guerra de Crimea, aunque no fue hasta dos años después, en 2016, cuando el gobierno ucraniano les permitió hacerlo en las mismas condiciones que un hombre.
Hasta entonces, no eran incluidas en las estadísticas de heridos y fallecidos porque no se las regristaba.
Tampoco se les permitía mantener posiciones de combate ni tomar decisiones. No tenían una atención médica especializada ni se tenía en cuenta el tamaño o la forma del calzado que ellas necesitaban.
Ahora las cosas parecen haber cambiado y están el frente de batalla, codo a codo junto a los hombres.