POR FAUSTO GASPARRONI
Ante los primeros pasos de la mayoría de centroderecha surgida de las urnas del pasado 25 de septiembre, y ante la formación del nuevo gobierno, el mundo católico italiano se presenta esencialmente dividido.
Si tanto la Santa Sede como la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) encarnan una posición intermedia y de espera, pretendiendo con aplomo institucional "juzgar por los hechos" por venir, el resto del archipiélago nacional católico se reparte casi en partes iguales entre entusiastas y detractores.
En el primer frente está gran parte de la base de practicantes "no comprometidos" políticamente, así como los muchos militantes pro-vida y del catolicismo más tradicionalista y clerical. En la vereda de enfrente se encuentran muchas voces críticas que emergen de los ambientes católico-demócratas y aquellos activos en lo social y en las elaboraciones más innovadoras.
"Obviamente todos miramos con ansiedad y con gran expectativas en este inicio de gobierno, la esperanza es que se concentre en los problemas del país, que son muchos, ya la CEI con la declaración del cardenal Matteo Zuppi lo recordó", dijo hace unos días el Secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin. Quien desató entusiasmo en simultáneo con duras críticas fue el católico ultratradicionalista, el miembro de la Liga del Norte Lorenzo Fontana, elegido como presidente de la Cámara.
Se trata de una elección muy aclamada por los pro-vida más extremistas y enemigos del más mínimo acento de "género", pero que también fue repudiada por muchos. "Como creyente me siento ofendido por la caricatura del cristiano que surge de las biografías de Fontana. Espero poder afirmar esto también en nombre de los que llevan el Evangelio como referencia de ser cristiano!", tuiteó el teólogo Claudio Monge, experto en diálogo interreligioso.
Por su parte, el economista Luigino Bruni, aseguró que nunca encontró en el evangelio palabras "contra los homosexuales, pero encontré muchas sobre la acogida de extranjeros". Bruni fue el responsable científico de The Economy of Francesco, a la que asistió el Papa en Asís el pasado 24 de septiembre.
Por su parte, Massimo Faggioli, el profesor de teología en la Universidad de Villanova, señaló en Facebook que su "hermano" en la fe católica, el nuevo presidente de la Cámara, corre el riesgo de "hacer de los católicos en Italia una cultura/religión/tradición detestable. Creo que la iglesia es muy consciente del problema. Espero que los demás partidos políticos se den cuenta de esto".
Alguna molestia también se deslizó desde las páginas de Avvenire, el periódico de los obispos, que describía a Fontana "conocido por sus posiciones conservadoras y en los últimos años pro-ruso", con una biografía con algunas posiciones que generaron discusiones, y con afirmaciones y amistades políticas controvertidas.
Avvenire luego recordó una entrevista con Fontana, cuando fue nombrado Ministro de la Familia, en la que prometía "máximo compromiso por la lucha contra la natalidad que entonces no le dio mucho seguimiento". Para el teólogo de Giuseppe Lorizio, repasando las referencias religiosas en el discurso de Fontana a la Cámara, "debemos alegrarnos de captar fragmentos del cristianismo, y quizás eran del Evangelio, en estos discursos". Pero advirtió que deben ser contextualizarlos y no instrumentalizarlos como consignas funcionales.
Finalmente, analizando el resultado electoral que sancionó la victoria de Giorgia Meloni y de Hermanos de Italia, la revista de los jesuitas, Civiltà Cattolica, dirigida por el padre Antonio Spadaro, espera "que podamos vivir un estilo de moderación entre fuerzas políticas, evitando la radicalización y encontrando caminos de mediación en busca del bien común".