por ESTEBAN VALENTI

En realidad, hace tiempo que comenzó la campaña electoral en Uruguay, pero ahora se está concretando en los tres partidos principales, en el Frente Amplio, en el Partido Nacional y en el Partido Colorado. Lo demás son unanimidades.

 

Falta exactamente un año para las elecciones primarias y 8 meses para las internas. Ya comenzaron las renuncias de funcionarios públicos para poder participar de las elecciones, proclamaciones abiertas o en capítulos y se definen las instancias internas de cada partido.

Hasta ahora las encuestas, todas las serias con pequeñas diferencias, muestran que el Frente Amplio parte con una ventaja entre 6 y 9 puntos de los 5 partidos de la Coalición, con entre el 42 y 43% de intención de voto (con 13% a 15% de indecisos en el total), un guarismo superior incluso al del 2008 y muy superior al del 2013 y 2018. Es decir a un año previo de las respectivas elecciones.

Eso no quiere decir en absoluto que está todo definido y que solo resta esperar. En doce meses pasan y pueden pasar muchas cosas.

Hay una componente muy importante para definir la contienda: los candidatos. No son una formalidad resultado de las elecciones internas, sino una clave, aunque algunos no quieran reconocerlo. Cuando el FA por primera vez se presentó con un candidato que no formaba el estrecho círculo de los líderes históricos de la salida de la dictadura, perdió las elecciones. Obviamente esa no fue la única causa, pero sin duda influyó.

En esta oportunidad no alcanza con la sucesión de errores, escándalos, fracasos y malos resultados de este gobierno multicolor, ni de la capacidad o no de ofrecer nuevamente una Coalición creíble, también jugarán un papel importante los candidatos de la oposición y sus ideas y su trayectoria.

En el Frente Amplio todo se orienta a cuatro posibles candidatos. Es una definición que tiene un profundo sentido político, el primero y fundamental: la posibilidad y las mejores condiciones para ganarle las elecciones a la coalición y recuperar la Presidencia de la República.

Esa es la primera pregunta que yo me formulé, porque mi prioridad absoluta es terminar con el gobierno de la derecha y del centro derecha en el país, que tuvo cuatro años completos para demostrar que sus políticas estancan al país, retroceden a la sociedad y nos hacen perder un tiempo irrecuperable.

No digo ninguna novedad si informo que apoyo con entusiasmo a Yamandú Orsi y lo hago luego de un detenido análisis y de responder a preguntas que considero importantes.

Primero, es por lejos el que tiene las mejores condiciones para derrotar a la Coalición, lo vienen demostrando todas las encuestas, por su apoyo y por su baja resistencia y su capacidad de diálogo con amplios sectores de la sociedad de orígenes muy diversos. Los datos y la percepción política es más que evidente.

Segundo. Porque tiene la experiencia de un muy buen gobierno departamental, en un departamento que por sus características es un pequeño Uruguay, con realidades, urbanas, rurales, de producción, de servicios, de diversidad en su estructura y en su población que supo gobernar muy bien. Está por lejos entre los intendentes con mejor imagen en su departamento.

Y se necesita ganar, pero sobre todo gobernar bien, muy bien, porque las tareas serán muchas y muy complejas y ya hizo muchas acciones sobre temas de innovación en el campo, en las nuevas tecnologías, en la producción y en los servicios. Aprende y eso es muy importante para un gobernante.

Tercero, porque en su estilo de gobierno y de su accionar político, no mide sus acciones por sus conveniencias electorales, sino por equilibrio, ecuanimidad y tratar a todos sus ciudadanos por igual. Incluso afrontando riesgos y críticas internas. No se encapricha con sus opiniones.

Cuarto, ha demostrado un equilibrio adecuado entre afrontar los problemas concretos, urgentes, inmediatos y hacer el máximo esfuerzo por mirar lejos, por construir en concreto una estrategia para el desarrollo sustentable y de gran sensibilidad social, obviamente dentro de sus competencias departamentales.

Quinto, porque sabe escuchar, hacer política y sobre todo gobernar requiere no la pose de escuchar, sino la intención y la capacidad de integrar otras opiniones y negociar. Gobernar no puede incluir el capricho y empecinarse como parte del motor de un gobierno. Y tenemos ejemplos variados.

Sexto, es y lo ha demostrado a lo largo de sus años de gobierno un combatiente por la transparencia, por el combate contra el acomodo y la inmoralidad. Y eso en estos tiempos es fundamental.

Séptimo, perteneciente a un sector del FA, el MPP, ha dado muestras muy claras de su capacidad de interpretar a sectores muy amplios del frenteamplismo, pero además de blancos, colorados, cabildantes y sin partido. De rescatar hacia adentro y hacia afuera lo mejor del FA y de la izquierda y el progresismo uruguayo, con una mirada de respeto hacia el pasado pero sobre todo hacia el futuro.

Octavo, conociéndolo un poco nada más, demuestra tener un correcto equilibrio entre la política y su sensibilidad humana, su amistad y su pasado, presente y futuro como ser humano. No es poco.

Por todo ello es que lo apoyo con entusiasmo, asumiendo que esta es una época diferente en un Uruguay diverso, que ha cambiado mucho, en los dos periodos, en los 15 años de gobiernos del FA y en estos cuatro años de gobiernos multicolores. Es un país más sofisticado, más exigente, más necesitado que nunca de un Proyecto Nacional, sustentable y flexible y con gran sensibilidad para los cambios en el mundo del trabajo, de la educación, de la salud, de los servicios públicos, de la cultura y el arte.

Eso requiere equipos de alta calidad y sensibilidad social, que no se deje encerrar en las verdades absolutas o las disciplinas matemáticas y sectoriales a la hora de gobernar y no pueden tener entre sus prioridades colocar a sus partidarios. Ya estamos hartos de esas prácticas.

El Uruguay y su acumulación positiva, es una base para trazarse metas muy ambiciosas, muy de vanguardia y no resignarse a surfear olitas y explicar estancamientos, retrocesos y escándalos.