En términos políticos, lamentablemente, las eras de Gengis Khan, Pedro I, Luis XV, Napoleón, Hitler, Mussolini, Stalin, Franco, Perón, Xi Hinping o Putin no terminan, todo lo contrario, a ellos se agregaron los “maquillados”, semi dioses como Trump o Bolsonaro y alguno más.

Sin embargo la “Democratura” de Vladimir Putin, nunca deja de asombrarnos. Desde que llegó al poder en 1999, su Autocracia eliminó centenares de opositores. Una de las más importantes fue Anna Stepánovna Politkóvskaya que nació en New York el 30 de agosto de 1958 y murió asesinada en  Moscú el 7 de octubre de 2006. Fue una periodista rusa nacida en la Gran Manzana de ascendencia ucraniana que, afortunadamente, no logró ver la destrucción de su país de origen, por parte del que la mandó matar.

Se formó como activista de los DDHH y fue reconocida por su oposición a la guerra ruso-chechena y a las políticas del Zar Putin. Tomó notoriedad y estado público por sus reportajes sobre la Segunda guerra chechena, durante la cual muchos periodistas y trabajadores humanitarios fueron secuestrados o asesinados. Fue arrestada y sometida a una ejecución simulada por parte de militares rusos, además de envenenada. Pero, superó todo esto y siguió informando, escribiendo libros sobre las guerras en Chechenia y sobre la super corrupta administración Putin recibiendo premios internacionales por sus obras. La ejecutaron en el ascensor del edificio de su apartamento en Moscú, el 7 de octubre de 2006.

Nació en Nueva York como Anna Mazepa, de padres de origen ucraniano que trabajaban como diplomáticos en la ONU. Creció en Moscú y estudió periodismo en la Universidad Estatal de Moscú, graduándose en 1980.  Tenía 2 ciudadanías, la norteamericana y la de la Federación Rusa. Comenzó su carrera en el semanario Izvestia, donde trabajó entre 1982 y 1993. Después se desempeñó como editora de la sección de emergencias y accidentes, luego como asistente de Redacción en la Óbschaya Gazeta, dirigida por Yegor Yákovlev. De 1999 hasta su muerte, escribió en el quincenal Nóvaya Gazeta. Recibió premios por sus libros sobre Chechenia, la vida en Rusia y la política del presidente Putin. Precisamente, su obra más reciente fue La Rusia de Putin. A partir de ahí recrudeció su persecución y muchas veces fue amenazada. Cubriendo la guerra chechena visitó hospitales y campos de refugiados, entrevistando víctimas. En una entrevista dijo “..nunca me sentí una magistrada investigando, sino una investigadora de la verdad en la vida, para esos ciudadanos que no pueden verla por sí mismos, porque lo que le muestran en televisión o lo que leen en los diarios es mutilado con ideología.” Criticó sistematicamente la guerra rusa en Chechenia y describió las torturas y asesinatos masivos  de rebeldes chechenos a manos de las fuerzas armadas rusas, así como denunció la colaboración con el invasor de los chechenos que apoyaban Rusia como Ajmat Kadyrov y su hijo Ramzán. Denunció sin pausa las violaciones de DDHH, abusos policiales en Chechenia como en otras zonas del Cáucaso norte, incluyendo Una guerra sucia: una reportera rusa en Chechenia y un pequeño rincón del infierno: crónicas desde Chechenia, pintando una guerra brutal con decenas de miles de ciudadanos inocentes torturados, desaparecidos o asesinados por las tropas de Putin o de las autoridades chechenas federales. El máximo odio del Zar lo alcanzó cuando escribió sobre el envenenamiento masivo de cientos de niños chechenos por una sustancia química desconocida de acción fuerte y prolongada, por culpa de la cual estuvieron incapacitados varios meses. En el libro La Rusia de Putin: la vida en una democracia fallida, críticó directamente a Putin y su política en la Segunda Guerra Chechena. Muchas veces, participó en negociaciones para liberar rehenes secuestrados, incluso en la crisis de octubre de 2002 de Osetia del Norte, en la que chechenos secuestraron a los asistentes a un teatro de Moscú. Durante la masacri de la escuela de Beslán de 2004, la atendieron por un extraño caso de intoxicación, después de tomar un té en el vuelo que la llevaba a Beslán para ayudar en las negociaciones con terroristas chechenos. Se enfermó, perdió el conocimiento y no pudo intervenir en el conflicto. Acusó al servicio secreto ruso, la FSB, antes la KGB, de reprimir todas las libertades civiles para establecer una dictadura al peor estilo estaliniano y escribió:  "….somos nosotros los responsables de las políticas de Putin. La sociedad mostró una apatía sin límites... Cuando los miembros de la Checa se afirmaron en el poder, les mostramos nuestro miedo, por eso solo se intensificó su compulsión por amenazarnos. La KGB – sostuvo - solo respeta la fuerza pero devora a los débiles. Nosotros por sobre los demás debíamos saber eso. Nos precipitamos en el abismo soviético, en un vacío de información que aleja a la muerte de nuestra ignorancia. Todo lo que nos queda es internet, donde la información, por ahora, es libre y disponible. Para el resto, si quieren ser periodistas,  hay que ser totalmente servil a Putin, si no, te pueden matar... bala, veneno o juicio, lo que sea que nuestros servicios especiales decidan, son los perros guardianes de Putin. La gente me dice que soy pesimista, que no creo en la fortaleza del pueblo ruso, que estoy obsesionada en mi oposición contra Putin y no veo nada más allá de eso, ¿Tengo miedo?, claro y si alguien piensa que puede estar tranquilo con los pronósticos 'optimistas', déjenlos. Es la forma más fácil, pero es la sentencia de muerte de nuestros nietos." Politkóvskaya fue encontrada muerta por una vecina de varios balazos el sábado 7 de octubre de 2006, en el ascensor del edificio donde vivía en Moscú. La Policia dijo que, junto al cuerpo, se encontraron cuatro casquillos y una pistola. En principio se dijo que fue una ejecución por encargo, dado que de los 2 disparos en el cuerpo, 1 fue en la cabeza, pero nunca fue claro quién la encargó. El crimen fue investigado por Alexander Litvinenko, ex-espía ruso residente  en Londres, que al poco tiempo murió envenenado. En Medellín (Colombia) se le concedió el Premio Mundial de la Llibertad de Prensa UNESCO Guillermo Cano en el Seminario de la Libertad de Prensa por su trabajo en la guerra separatista de Chechenia. En 2009 fue el juicio contra los presuntos acusados de matarla….obviamente fueron absueltos por falta de pruebas. Por la popularidad de la periodista y la masificación de la noticia, Putin condenó al policía Dmitri Pavliuchénkov a once años de prisión por complicidad en el asesinato y en junio 2014 la justicia rusa declaró culpables a cinco rusos acusados de matar a la periodista que fueron condenados a perpétua, 2 más fueron condenados a 14 y 12 años de prisión. En los primeros días de la invasión de Rusia a Ucrania, anónimos rusos pusieron insignias en contra de la invasión en su tumba.

 

STEFANO CASINI