por ESTEBAN VALENTI

Hay un sinnúmero de dichos y de imágenes relacionados con una de las plagas más antiguas y más frecuentes en la política: las mentiras y las grandes mentiras. La cantidad y la constancia y variedad del uso de la mentira, genera un cambio profundo, una deformación muy peligrosa de la política y de la vida de una sociedad en su conjunto.

 

La historia de la política, en sus variantes, una historia del poder y por lo tanto de las civilizaciones, desde la más remota antigüedad de la vida humana sobre este planeta, tiene un paralelo muy intrincado con la mentira y por lo tanto con ciertas profundas deformaciones de la ética y de la moral.

La mentira debería ser considerada con mucho vigor un antivalor moral con un significado profundamente negativo, sobre todo cuando su constancia y sus momentos resaltan precisamente el desmoronamiento de la política, de los gobiernos, de los partidos.

La mentira incluye el ocultamiento de elementos importantes que deforman la realidad, la manipulación de los hechos, de los datos, de las palabras, los grandes políticos que dejaron su siembra, su marca profunda se arriesgaron entre otra cosa a decir la verdad incluso asumiendo sus derivaciones y peligros.

En el Uruguay hay una sensibilidad bastante desarrollada sobre la mentira y por lo tanto sobre la verdad. La fortaleza de las instituciones, de los partidos políticos, del nivel de la cultura política nacional y de la dura lección de la dictadura forjaron una base de apoyo importante para combatir la mentira. Digamos que hay otros factores que no deben descuidarse, el carnaval y sus sátiras son castigadores implacables de la mentira y el otro es que el ejemplo argentino ayuda, sin duda ayuda a vacunarse.

Otro factor que quiero subrayar es el nivel político e intelectual promedio de los políticos uruguayos, de su nivel cultural y de sus trayectorias.

Esta es una época a nivel global donde la mentira se ha casado con la política en grandes escenarios, en grandes potencias y conglomerados de países. Donald Trump y Jair Bolsonaro son dos ejemplos paradigmáticos en el uso sistemático y planificado de la mentira. Benjamín Netanyahu, el primer ministro de Israel, era mentiroso consecuente antes del 7 de octubre, del ataque terrorista de Hamas, posteriormente con el genocidio en Gaza y es un corrupto acusado por diversos motivos ante la justicia de su papel. Y la corrupción es hermana inseparable de la mentira. Sin mentira no hay corrupción posible.

Hoy asistimos en nuestro país a un proceso de precipitación constante en las falsedades y las mentiras en la política y la administración del Estado. Comenzó de manera torrencial en la campaña electoral del año 2019, recién ahora comienzan a develarse esas mentiras.

Los nuevos gobernantes tuvieron una coartada casi perfecta durante más de un año, una pandemia que les permitió posponer los escándalos, la danza de las mentiras y las falsedades.

Es una situación muy negativa y peligrosa, porque trata de torcer la realidad, se extiende en todas las estructuras del Estado y trata de permear, acostumbrar y "normalizar" la mentira. Es imposible encontrar un gobernante multicolor a los diversos niveles que asuma una responsabilidad, que reconozca que se equivocó o que la realidad no lo favorece. Y la insistencia y el apoyo colectivo, crea una atmosfera moral-social muy mala.

Los países que se acostumbran a la mentira como un argumento potente, imprescindible de la política y la gestión del Estado nacional, de las intendencias, de las diversas dependencias son países que van cuesta abajo en cosas fundamentales. Y hoy hay un agrupamiento político gobernando que aplica sistemáticamente la falsedad, la manipulación, la mentira. Y no todos los personajes eran así, lo fueron incorporando en el ejercicio del poder.

El manejo de los datos, la manipulación de las estadísticas, son solo una pequeña parte. Por ejemplo en los temas de la economía, donde debería existir un mínimo de rigor, toda la campaña electoral el actual Presidente la hizo sobre el equilibrio fiscal y reducir el porcentaje del endeudamiento del estado, a un año de terminar su mandato callan rigurosamente que el déficit fiscal es del 4.4% y se pasó del 60% al 67% de endeudamiento, sin contar que la gran mayoría de las obras públicas se financian a través de un sistema que posterga el pago para futuros gobiernos. Y las inauguran muy orgullosos.

El caso más escandaloso es el del saneamiento del interior del país, que luego de promoverlo a los cuatro vientos, ahora nos enteramos que comenzará a mediados de este año y durará 5 años, es decir que será todo responsabilidad del futuro gobierno.

La lista sería interminable, los niveles y déficits de la salud en general y de la salud pública en particular, y la cumbre de la mentira tiene que ver con el narcotráfico, con la entrega de un pasaporte ultra rápido a Sebastián Marset que al final volteó dos ministros, una subsecretaria y varios jerarcas. Pero la verdad no aparece.

Lo más grave de todo es la entrega del puerto de Montevideo para el monopolio durante 60 años de una empresa belga, es la mayor entrega de la soberanía de la historia nacional y el negociado más oscuro y cuantioso que se recuerde. Esas son mentiras, falsedades, deformaciones que van a impactar por muchos años y generan un enorme daño al país y que se han tratado de ocultar de mil maneras posibles, incluso pasándole por encima a la Coalición.

Otra consecuencia de este accionar sistemático de la mentira, es que desde el 11 piso de la Torre Ejecutiva se desparrama a mano abierta hacia abajo, hacia muchos funcionarios, intendentes, jerarcas y la transforma en una herramienta natural. Gobernar es mentir, casi obligatoriamente y declarar con cara sonriente y de piedra.

En una parte de la sociedad uruguaya, no podemos evaluar seriamente que porcentaje, esas mentiras y otras se han "normalizado", se han encubierto acusando a gobiernos anteriores y han corrompido la base de una buena convivencia política y republicana.

Este es un año fundamental para la batalla política, pero también y sobre todo cultural y en ese aspecto el tema más sensible es batir, discutir, demostrar y denunciar la mentira y la falsedad como los cimientos de la corrupción, del acomodo, del uso indebido de los dineros y la confianza pública.

Hay quienes sostienen que en realidad la mentira es insustituible en la política, desde su nacimiento. Hanna Arendt que escribió  'Verdad y política' en el contexto de la Guerra Fría, preocupada por las amenazas para la supervivencia de la verdad en ambos bloques confrontados que ponían en peligro la existencia misma de la existencia de la vida en el planeta. Fue también en cierta manera una respuesta a los ataques que recibió por su libro 'Eichmann en Jerusalén' y su más concluyente opinión sobre la 'banalidad el mal', un concepto que toma particular fuerza en estos tiempos de terrorismo de Hamas y de Genocidio del gobierno y el Estado de Israel.

En todos los casos los crímenes contra los pueblos tienen en la mentira un arma terrible y poderosa y la verdad una espada filosa e insustituible.