por STEFANO CASINI

El próximo 25 de setiembre Italia tendrá otras elecciones políticas luego de la caída del enésimo gobierno. Para un país que, en 75 años de historia republicana tuvo 66 gobiernos, votar, es algo tan normal como tomarse un vaso de agua. Y no es que la Constitución prevé un gobierno cada un año y poco, sino porque los gobiernos caen tan seguido que, solamente en 3 ocasiones se cumplieron los 4 años constitucionales de un gobierno electo.

Para explicar un poco, las legislaturas deberían durar 4 años, como en Uruguay. El Presidente de la República se elige cada 7 años con los votos de los legisladores y los gobernadores de las regiones. Es una figura similar a un Rey, a pesar que la Constitución italiana le permite, por ejemplo, disolver las cámaras. 

Desde 1946, cuando los italianos, a través de un Referendum histórico, decidieron entre Monarquía y República (ganó la República 60-40%), la historia de uno de los países del Grupo de los 7, fue un continuo calvario político. Por décadas, el principal partido, que siempre obtuvo mayorías para gobernar, fue la Democrazia Cristiana, un "centro" histórico que siempre tuvo, como principal adversario, el Partito Comunista Italiano que, por pocos votos, en los '70, perdió lo que habían definido "il sorpasso". 

Por su ADN histórico de ser un país totalmente dividido entre ducados, principados, reinados o condados, el divisionismo fue una constante en los últimos 4000 años. Es también por eso que Italia (Independiente hace menos tiempo que Uruguay), desde el nacimiento de su época republicana, tuvo, en el Parlamento, la representación de decenas de partidos (llegaron a 40 partidos).

Los más fuertes siempre fueron la DC (Democrazia Cristiana) que desapareció en los '90 con el tristemente famoso período de Tangentopoli, el Partido Comunista Italiano que comenzó su "perestroika" antes que cayera el muro de Berlín y el Partito Socialista, que tuvo grandes líderes como el Presidente de la República Giuseppe Saragat o el Premier Bettino Craxi cuando, bajo su gobierno, también diezmado por trillones de coimas, llevó Italia a volverse la cuarta potencia del mundo en los años '80  

La pandemia, en cierto modo, unió las fuerzas políticas y se alternaron gobiernos con ámplias mayorías parlamentarias, los que se denominaron "gobiernos técnicos". Sin embargo, ahora, en un momento que, todo el mundo, se está recuperando,  a pesar de los destrozos económicos de la guerra Rusia-Ucrania, Italia decidirá si volcarse a la derecha o al centro-izquierda. En las intenciones de voto, en los últimos meses, la derecha,  hoy formada por el trío Fratelli D'Italia, Lega Nord y Forza Italia de Berlusconi, lleva una buena ventaja sobre el resto. El Movimento 5 Stelle, que en las últimas elecciones de 2018, había obtenido casi el 33% volviéndose el partido más votado del país, hoy tiene una intención de voto inferior al 9%. Como muchos partidos nacidos de la bronca del pueblo, denunciando la corrupción nacional de la política italiana, el M5S se pinchó y está en extinción. 

El mayor fenómeno político de Italia en el último año, fue una tal Giorgia Meloni, fundadora del Partido de derecha Fratelli d'Italia, joven bonita, surgida de las filas berlusconianas pero siempre apegada a los principios del Movimento Sociale (heredero del fascismo) que luego cambió nombre varias veces como todos los partidos en las últimas décadas: recordemos el Partito Comunista que se convirtió en Democratici di Sinistra, luego Ulivo y ahora PD (Partido Democrático), o sea una especie de socialismo a la Batlle y Ordoñez, salvando la enorme distancia entre el gran líder uruguayo y los políticos de hoy.

Todo hace aparentar que Fratelli d'Italia ya habría superado en porcentaje al mismo PD (20% FI 24%) y, junto a la Lega Nord que sigue manteniendo un buen porcentaje del 12% y Forza Italia de Berlusconi que podría alcanzar el 8%, tendrá la posibilidad de gobernar Italia en los próximos tiempos (no digo los próximos 4 años porque nunca se sabe). 

Con la reducción de 1015 legisladores a poco más de 600, también se redujo a la mitad el número de legisladores de las circunscripciones exteriores. América Latina, a quien le tocaban 4 diputados y 2 senadores, pasa a votar por 2 diputados y un senador, con una campaña de un mes, lo que puso gran nerviosismo en todas las comunidades italianas esparcidas por el mundo. En Uruguay hay casi 100.000 italianos y descendientes, con derecho al voto. Nunca se alcanzó una votación superior al 38%, hasta llegar al tristísimo hecho que, para las elecciones del COMITES votó un 3% del electorado. 

Esta vez, de cualquier manera es distinto y, por primera vez en la historia, un representante de Uruguay, si se concentraran los votos para ella, podría llegar al Parlamento italiano: se llama Filomena Narducci, la mujer más conocida de la colectividad italiana en Uruguay que, hace 40 años trabaja para los connacionales. Es Responsable sudamericana de uno de los patronatos más importantes como el Patronato INAS, fue miembro y Secretaria del COMITES y durante 20 años, fue representante del CGIE (Consejo General Italianos en el Exterior) portavoz de la comunidad italiana del Uruguay en Roma. 

Junto con Fabio Porta, siempre a la Cámara y Andrea Matarazzo al Senado, forman la tríada que representa el PD en América Latina. Matarazzo fue Ministro en la administración Cardozo, Embajador de Brasil en Italia y un político de vasta trayectoria, mientras que, para Fabio Porta, siciliano que vive en Brasil hace décadas, sería su tercera legislatura en Roma. 

Contra ellos, el centro-derecha manejó un nombre histórico, nada menos que Emerson Fittipaldi, ex Campeón Mundial de Fórmula 1 y muy popular en el continente.

Los sobres de votación están llegando a las casas de los 100.000 italianos que tienen derecho a hacerlo en Uruguay. Todos apuntamos a Filomena Narducci, no tanto por el partido que representa, sino por su eterna lucha por los derechos de los italianos en el exterior. Se lo merecería.

STEFANO CASINI